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29 de Septiembre 2019
OPINIÓN, CRÍTICA Y UN TOQUE DE HUMOR
Tribus Urbanas: Crónica de la embarazada
Primer trimestre
Escribe: Jesica Bond
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Tantas personas, y personajes, nos rodean que casi es tarea imposible recordar las caras y gestos que nos cruzan día tras día. Imagino todo ese rico bagaje de múltiple diversidad que nos caracteriza a cada uno. Me propuse, no solo por curiosidad, sacar de lo cotidiano todas aquellas personas que cumplen un rol en la sociedad. Todos cumplimos uno, pero pocos nos percatamos de ello.
He aquí, una serie de individuos, que a mi parecer y sin tener la intención de molestar a nadie, observándolos un poco más cuidadosamente encarnan un papel asombroso entre nosotros. Sumergidos en su mundo, creen no ser vistos y pasados desapercibidos, yo dejé de mirar para pasar a observar.
Diviértanse con ellos y con ustedes…que también forman parte de “Tribus Urbanas”.
¡Bienvenidos a lo cotidiano!

Crónica de la embarazada
Primer trimestre

Ser madre es toda una odisea inexplicable, que sólo las mamás saben manejar. Pero antes de la llegada del nuevo integrante de la familia, la mujer se embaraza y vive nueve largos meses con la panza abultada, las lolas hinchadas y un humor que sólo una indispuesta puede entender. Pero por otro lado, las restricciones que antes teníamos desaparecen por un momento y logramos disfrutar sin temer a las calorías de un buen postre o una siesta larguísima que termina cuando empieza la noche. Esta es la crónica de una embarazada por primera vez:

Los primeros meses de embarazo son una especie de caos hormonal que nos hace decir, sentir y pensar cosas muy locas. ¿Me saldrá raro? ¿Tendrá mi carácter podrido? ¿Sacará la calvicie del padre? Preguntas que antes nunca antes nos habíamos formulado, ahora parecen rondar nuestra cabeza durante todo el día. Y el pensamiento va de la mano con nosotras, que empezamos a vernos el vientre abultado y ya al tercer mes no nos queda ese pantalón divino con las rodillas descocidas. ¿Qué me deparará al sexto mes si ya en el tercero no me entran ciertas prendas? Pero luego subiendo más arriba del ombligo, aparecen ellas, que prometían algo que nunca cumplieron en los años de adolescencia: no crecieron. Y esa mañana, después de prender el corpiño, sentimos que nos queda chico y alardeamos de ese cambio a quien ose en prestarnos atención. ¡Las bubis más grandes! ¡OH, milagro natural de la biología! Una buena y una mala. Todo en su justa medida, hasta que otra mañana rara una náusea nos amenazó con descartar ese desayuno contundente que acabábamos de engullir. Las tostaditas, el juguito de naranja y el té, todo al inodoro de una manera insoslayable. Repetido por varias mañanas de los primeros meses. Acostumbradas al inevitable acto matutino, optamos por tomar la bebida que siempre nos quitó el hambre: el mate. Y la sorpresa tremenda de oler la yerba y sentir asco. Ahora el ex compañero fiel de calabaza y bombilla es sólo un enemigo silencioso que se esconde en la alacena de la cocina.
Pero al subir a algún transporte público, las aguas se abren y tenemos a disposición un buen asiento para reposar el trasero, (que también está cobrando una voluptuosa forma no antes vista) y además la panza en crecimiento que amenaza con despertarme todas las noches en búsqueda de la postura ideal, o por lo menos, digna.
La cervecita de los sábado se suplanta rápidamente por un agua incolora, inodora e insípida que se burla de mí cuando choca el porrón de cerveza de mis amigas que sin repetir ni respirar dicen: “El que ríe último ríe mejor”. Y no entiendo si lo dicen por ellas o por mí.

Y recién vamos por el tercer mes, todo puede mejorar. ¡O empeorar!