8 de diciembre 2022
PRESENTACIÓN EN RESURGIMIENTO
“Teatro x la Identidad” en espacios culturales barriales
Escribe: Marcelo Corenfold
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Cuando en la escuela primaria nos quieren explicar historia Argentina, o más precisamente, cómo fue que se creó la nación Argentina, los llamados símbolos patrios y costumbres en común suelen ser la explicación con la que se sostiene que un grupo de hombres creyese propicio fundar una nación.
Las costumbres en común son cuestiones que la naturaleza humana y las características del medio ambiente imprimen en las personas de un determinado área y se mantienen con mayores o menores alteraciones a lo largo del tiempo. Una de esas costumbres es el lenguaje.
Como la historia la escriben siempre los que ganan, o los que por la fuerza y la barbarie se imponen a otros, ocurrió que tras la conquista/masacre española el castellano terminó imponiéndose como lenguaje general en casi toda Latinoamérica.
En este artículo, nuestro interés no es preguntarnos cómo nació el castellano que hablamos hoy en día. Puesto que es erróneo preguntarse cuándo nace una lengua, ya que éstas no nacen sino que evolucionan.

El castellano es una de las varias lenguas surgidas del latín; que al ir desarrollando y consolidando sus rasgos propios acabó siendo una entidad lingüística distinta. La llegada de los romanos a Hispania a fines del siglo III a.C. pone en marcha la Romanización. Este fue un proceso de asimilación y adaptación de los íberos hacia una organización social y económica nueva. Los romanos explotaron y estructuraron dicho territorio trazando vías de comunicación y fundando ciudades. El latín era la lengua común en Roma. Cuando llegan los romanos a la península Ibérica, allí se hablaban varios idiomas (el único que se mantiene hasta hoy es el vasco). En el siglo I, en todo el imperio, ya se hablaba la lengua de los romanos.

Pero seguramente en el siglo VII los habitantes no cultos (que eran la mayoría) ya no entendían el latín, pues lo que ya hablaban era algo muy lejano a las normas de la lengua de Roma.
Es decir, que con dicha llegada comienza un proceso de dos siglos de duración en el dominio territorial de la península, pero bastante más largo en la implantación progresiva del latín, que terminará suplantando a todas las lenguas peninsulares. Esto implica que la herencia de dichas lenguas sólo ha podido llegar a la época del castellano mediante su incorporación al latín, o sea, de forma indirecta.
Al inicio del siglo VIII, con la ocupación musulmana, comienza un período de profundos cambios políticos, militares, sociales y económicos. Dicha entrada de los musulmanes a la península generó una sociedad bilingüe arabo-española, al menos hasta el siglo XI. Dentro del Reino de España, hubieron muchos encalves de resistencia que rechazaron integrarse a Al-Andalus (este fue el nombre que tuvo la España islámica). Así surgieron nuevos centros en los que se generó una nueva entidad lingüística sobre un fondo de latín vulgar lleno de elementos propios. Esas lenguas se esparcieron sobre el resto de la península a medida que se desarrollaba la reconquista. Es así como el mapa lingüístico de la España moderna nació en dicho proceso. En el siglo XV en el territorio español existían distintos reinos. La importancia y fortaleza económica del Reino de Castilla en toda España hizo que el castellano le ganara a los otros idiomas.
Con el descubrimiento del Nuevo Mundo se produjo un cambio profundo que involucró definitivamente a toda la realidad del idioma. La difusión del español en América creó para la lengua no sólo un nuevo espacio geográfico-social, sino también un nuevo espacio mental en el que se fueron labrando, lenta y difícilmente, los signos de una nueva identidad ideomática.

La enorme diversificación del español de América se debe a múltiples factores, pero sin duda alguna la contribución más importante ha sido el contacto con las lenguas autóctonas a lo largo de más de cinco siglos de convivencia lingüística y cultural. Las características más visibles del idioma, las que dan su particular color son: viajero, variado, hecho por la mezcla y agregación de muchas gentes, intereses, circunstancias históricas, necesidades, vínculos, formas y acentos de expresarlo. El español es una lengua que responde muy bien al prototipo de mestiza, hecha desde sus orígenes por mixturas de gente diversa, procedente de muy distintos fondos ideomáticos cuyas necesidades materiales les llevaron a confluir en un código lingüístico común.