26 de noviembre 2023
RINCÓN DE LOS RECUERDOS
De vendedores ambulantes y otras yerbas
Escribe: Norberto A. Muño / Tomás González Messina - Instagram: bicho_por_siempre

 

 

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Hubieron tiempos en los que las compras domésticas no se hacían en el hipermercado, en el supermercado o en "lo del Chino" (sucesor de "los Gallegos"), antes los proveedores tenían nombre. A mi me mandaban a hacer los mandados al Almacén de Don Julio, a la Fiambrería de Don Eusebio, a la Carnicería de Don Isidro, a la Carbonería de Don Raggio, el papá de Carlitos mi compañerito de la primaria, quien a pesar de vivir en la carbonería, llegaba siempre al colegio con el delantal de blanco reluciente.
La soda la traía el sifonero de Soda López, el hielo era con el reparto de Celso, la leche mis padres compraban de La Vascongada en botellas, que también eran como las de La Martona, pero había quienes compraban la "leche suelta" que repartían en sus carritos los lecheros de la S.C.L.U. - Sociedad Cooperativa de Lecheros Unidos que estaban en la calle Arregui, cerca del Puente de la Avenida San Martín.
Tenían fama de "bautizar" a la leche agregándole agua a sus tachos, algunos enormes que traían en los carros y otros más chicos con los que se llegaban hasta las casas donde las señoras recibían su compra en las lecheras, una olla o cualquier otro recipiente.
De los lecheros recuerdo a Don Muguruza que tenía una lechería en Punta Arenas casi Avenida San Martín, atendida por sus hermanas, todos tíos de mis queridos amiguitos Enrique y Fernando.
Pero el tema de la leche no termina ahí, había días en que el lechero venía arreando por la calle a varias vacas, a veces con sus terneritos y ante alguien que quería comprarle, acercaban el banquito al costado de la vaca y ahí nomás ordeñaban llenando el recipiente que se les daba. La leche salía caliente, humeante, con un gusto riquísimo pero… ¡eran sin pasteurizar!
Y si hablamos de quienes venían con sus animales por la calle, no olvidemos que días antes de Navidad veíamos pasar a los "paveros", a los que vendían pavos para las fiestas. Iban detrás de un "regimiento" de pavos y portaban en sus manos un alambre grueso y largo que terminaba en un gancho y cuando un cliente le mostraba el ave que le gustaba, le enganchaba las patas con el alambre, lo traía y se lo entregaba al comprador. ¡Todavía guardo esa imagen en mi mente!
Los lecheros y soderos venían en sus carros tirados por caballos que tenían sus monturas tachonadas por brillantes tachuelas de bronce reluciente que muchas veces terminaban adornando nuestros baleros de madera pero no sólo eran adorno, también servía para hacer deslizar más fácilmente el palito en la bocha porque en la punta del palito se le clavaba también una tachuela.
Esos carros eran nuestro sueño de poder viajar, aunque fuese una cuadra, sentados en el pescante junto al proveedor que se convertía en nuestro compinche.
No quiero olvidar al frutero que, canasto colgando del brazo y tapándose una oreja con la palma de la mano, voceaba su oferta: "Manzá, Baná, Pera, U...", ofreciendo sus manzanas, bananas, peras y uvas.
Los helados también los vendían en la calle y eran en los carritos de Laponia o "el barquito" de “La Maravilla", que iban ofreciendo sus cucuruchos y sus "sandwiches".
Y como olvidar al panadero de la Panificación Argentina de la calle Canalejas que nos atraía con ese aroma tan especial de sus pancitos.
Que tiempos aquellos, tan lindos y tan distintos, no existían las Tarjetas de Débito ni de Crédito, todo era al contado, en efectivo y si no se los tenía estaba el solidario "fiado" de los proveedores que en una libreta de tapas negras, de hule iban anotando las compras y los pagos, quincenales o mensuales, no había firma de nadie, bastaba la palabra, "palabra de honor", porque en esas épocas era algo con lo que se convivía, el Honor por la palabra empeñada.
Hablando de almaceneros y fiambreros como no recordar, y mencionar, a "la Yapa" o Llapa. Según el Diccionario de la Real Academia Española es la "añadidura de determinada mercancía que el comerciante cede al cliente luego de su compra como atención o gesto de amabilidad. "Le hice una buena compra y, al final, me dio una buena yapa".
Será así, pero yo recuerdo que a nuestro "Don Julio, ¡me da la yapa!", salíamos del negocio con un caramelo que nos regalaban que sabía al mejor de los premios.