El plantel que obtuvo la Copa Libertadores de América en 1985 es reconocido con justicia como uno de los mejores en la historia del fútbol argentino. Ese logro se obtuvo tras un camino arduo y complejo que aquí hemos de reseñar. Repasamos algunos pormenores que quedaron opacados tras semejante conquista, pero que incrementan el mérito de la obtención del máximo certamen continental.
El sorteo
De por sí, el desafío de la Copa Libertadores se presentaba mayúsculo. Ni siquiera la enorme confianza que despertaba el equipo conducido por José Yudica permitía soslayar la dificultad adicional que implicaba compartir el grupo de primera ronda con el temible Ferro Carril Oeste de Carlos Griguol y con dos de los equipos más grandes de Brasil como Fluminense y Vasco Da Gama. El debut con derrota ante Ferro fue un baño de realidad. El partido fue áspero y trabado (como solían ser los enfrentamientos contra el inteligente equipo de Griguol) y terminó con un triunfo por la mínima del Verde de Caballito. La pasta de campeón apareció poco después, cuando dio muestras de carácter con sendos triunfos resonantes en Brasil (2-1 a Vasco y 1-0 a Fluminense en el Maracaná). El grupo culminó con igualdad en puntos con Ferro y se definió en un desempate ganado con autoridad por 3-1. Además, un dato no menor es que la clasificación se obtuvo apenas una semana después de obtener el Campeonato Nacional de 1985 ante Vélez Sarsfield.
Prueba de fuego en el infierno
Todo lo que insinuaba Argentinos en la previa debió salir a la luz en el encuentro decisivo de la siguiente instancia, en que los bichos visitaban a Independiente en la Doble Visera en un partido que definiría al finalista del certamen. Argentinos fue inteligente y no cayó en el juego del rival, y nunca claudicó en atacar. El “Checho” Batista fue amo y señor del mediocampo con su panorama y andar cansino. El “Bichi” Borghi estuvo intratable, siendo artífice de los mejores momentos en ataque, con lo que justificaba como pocas veces ser indicado como el sucesor de Maradona. Sin embargo, fue la noche estelar de otra pieza fundamental del equipo. Enrique Vidallé contuvo el penal que pateó Claudio Marangoni a los 44’ de la segunda mitad. En esa atajada en dos tiempos, Argentinos selló su pase a la final continental. Y vaya si lo hizo a lo grande, pues una sentida ovación bajó de los cuatro costados del estadio.
Eterna por partida doble
El desenlace contra América de Cali también tuvo sus condimentos, aunque no alcanzó los ribetes épicos de la recordada semifinal contra Independiente. Al haber habido un triunfo por lado en los dos primeros partidos (1-0 para cada uno en condición de local), la definición sería el 24 de octubre en terreno neutral.
La sede designada fue el Estadio Defensores del Chaco, en Asunción. La fatiga tras el largo viaje era notoria en ambos planteles y el partido terminó 1-1. Luego de un suplementario sin cambios en el resultado, llegó la hora de la definición por tiros desde el punto penal. El disparo del joven colombiano Anthony De Ávila contenido por “Quique” Vidallé ratificó eso de que los pibes podrán ganar partidos, pero que los campeonatos son conquistados por los veteranos. El cordobés de 33 años se vistió de héroe una vez más y dejó todo dispuesto para la cansina y eficaz definición del “Panza” Videla.
Argentinos Juniors fue campeón de América en 1985 porque nunca bajó los brazos ni claudicó en sus ideas. Argentinos Juniors llegó a ser uno de los mejores equipos de la historia del fútbol precisamente porque nunca dejó de ser Argentinos Juniors. Gloria, tradición y buen juego: el camino seguro a la gloria.