En la esquina de Tres Arroyos y Sor Juana Inés de la Cruz (a una cuadra de Donato Álvarez), el último sábado de julio se inauguró un nuevo espacio cultural en el barrio, La PlaPla, el nombre es en homenaje a la gran escritora y cantautora María Elena Walsh. Hay distintas propuestas de talleres abiertos al público de todas las edades, cafetería de especialidad de la mano de Café Negro, biblioteca y próximamente abrirá una librería especializada en infancias.
Charlamos con Giselle y Manuel, que son pareja, nos contaron cómo fue hacer realidad este sueño que proyectaron en sus cabezas durante años hasta que encontraron esta casa que fue un almacén y estuvo cerrada durante 30 años. Giselle es psicopedagoga y Manuel músico.
¿Qué había en esta propiedad antes?
Giselle: Había sido un viejo almacén, la familia que lo tenía vivía acá, en el primer piso. Tratamos de mantener estéticamente como era la casa antiguamente. Rescatamos todo lo que pudimos como por ejemplo parte de los cerámicos que colocamos en el baño. Cuando entramos esto era una jungla, lo maravilloso fue que habíamos visto otros lugares y cuando entramos dijimos “es acá”, lo sentimos así.
¿Qué podemos encontrar en este espacio cultural?
Giselle: Tenemos una biblioteca y juegoteca, los libros y juegos se pueden compartir mientras pasas un rato acá. A fin de agosto, principios de septiembre va a empezar a funcionar una librería de un proyecto que se llama Librería en Urano que hacen recomendaciones, venden libros nuevos y usados.
Tenemos muchas ideas y otras van surgiendo de la gente como por ejemplo un festival de poesía para infancias, y eso está buenísimo.
Manuel: Arriba tenemos la sala de música donde doy clases. Una parte del salón de la planta baja tiene piso de madera para los talleres de danza.
Giselle: Va a haber teatro, canto. Pusimos un gran espejo para las clases de flamenco, de zapateo y folclore, pero cuando vino la profe de teatro y un amigo que da clases de clown nos dijeron que estaba buenísimo pero el espejo no es para el teatro. Entonces le pedimos a mi mamá que nos haga unas cortinas, se abren y se cierran en función de las clases.
Es una re linda propuesta, tener un espacio para juntarnos con otros y poder leer y compartir otras cosas y más en tiempos donde es tan necesario.
¿Por qué eligieron este barrio?
Giselle: Yo soy del barrio de toda la vida. Para nosotros esto es La Paternal, es un sentimiento, pero hubo gente que nos dijo que es Caballito Norte. Así que decidimos no aclarar nada. La gente de Paternal Cultura nos etiquetó como que estamos en la frontera entre Caballito y Paternal y ese concepto nos gustó. Estar en una frontera está bien, siempre.
¿Cómo es acomodarse en la vida de ustedes y abrir un espacio cultural?
Giselle: Nosotros nos estamos reacomodando laboralmente porque antes de iniciar este proyecto cada uno tenía sus trabajos, yo trabajaba en muchas escuelas y a medida que esto avanzaba nos dimos cuenta que no podíamos con todo, por supuesto que es súper compatible con nuestra existencia porque para eso lo armamos, pero hubo que tomar decisiones porque se hacía difícil.
Manuel: Requiere tiempo. Pero estamos re contentos. Me pasa un poco que más allá de la obligación o necesidad de estar acá, también hay muchas ganas y manija de ver este lugar que desde que entramos a verlo y ahora, con todo lo que nos habíamos imaginado y hablado durante más de un año, ver que funciona, sucede y que está siendo un hecho, es lindísimo.
Giselle: Entender también como se traduce en la realidad, porque una cosa es el proyecto y otra la realidad. Queríamos un espacio cultural que tenga un café que conviva con la clase de flamenco y que arriba estén dando una clase de batería y que también haya un grupo de lectura. Está todo buenísimo, pero tenemos que poder ordenar todo de modo tal que cada persona que entre se sienta cómoda, que no se sienta invadida o haya mucho ruido o se superponga. Es un laburo ir programando todo eso y construyendo la identidad del espacio porque si bien son propuestas artísticas, gastronómicas o literarias van conformando una identidad.
Nos pasa que viene gente con propuestas buenísimas pero que tal vez no tienen que ver con lo que queremos construir acá. Hay que tomar decisiones todo el tiempo. Es muy difícil decir que no. Cuando empiezo a ver que hay otras personas que se acercan contentas por el espacio y agradeciendo que existan espacio así y queriendo mostrar algo de lo que hacen o generar algún espacio para compartir con otros, es muy emocionante porque una cosa es que nos pase a nosotros que lo imaginamos y otra es verlo en otro. Está bueno.
¿Por qué el nombre de La PlaPla?
Giselle: Yo laburé muchos años en un espacio de apoyo escolar en Soldati que se llamaba El Andamio, es un nombre que surgió en una votación con las familias de los pibes y pibas que participaban, porque muchos de los padres trabajaban en la construcción y el universo que tenían a la mano era el de los andamios. Y cuando lo propusieron a nosotros nos maravilló porque como además es un concepto pedagógico, el andamiaje, que tiene que ver con el acompañamiento, el sostener, nos pareció muy increíble.
Desde ese momento que vengo pensando que cuando podamos tener nuestro espacio ese nombre me parece re significativo. Pero después nos dimos cuenta que está el teatro Andamio 90 y que se iba a confundir. Dijimos: “tiene que caer otra ficha, alguna otra cosa que condense sentidos” y ahí llegó La Plapla. En mi casa se leía un montón, María Elena siempre fue súper referente de mi infancia y de mi laburo también. Nos dimos cuenta que era un nombre lindo, corto, fácil y que el sentido del cuento tenía que ver con todo lo que queríamos armar acá. Tratar de hacer esa articulación entre el arte, el juego, lo disruptivo, la rebeldía, eso de que se escapa a lo normado, o lo que no existe y hay que crear. Para mí es maravilloso.
¿Pidieron algún tipo de permiso por el nombre?
Giselle: Nos contactamos con la gente de la Fundación María Elena Walsh por una cuestión ética y para contarles que teníamos ganas de armar este proyecto y que lo queríamos nombrar La Plapla y también para estar en contacto con ellas porque lo que hacen está buenísimo.
Ellas lo tomaron re bien, vinieron a la inauguración, nos donaron libros para difundir su obra. Nos invitaron a distintos eventos que hacen.
Hay varios espacios culturales en el barrio
Giselle: Tenemos ganas de a poquito ir sumándonos a la movida cultural de la zona. La gente de "Escena" nos ayudó un montón para la habilitación, nos pasaron datos de gestores que laburan en cultura.
Este tipo de proyectos siempre es con otros, compartiendo experiencias. Cada decisión que tomamos en la concepción de este espacio para mí tiene la cara de algún amigue como por ejemplo el telón es Emi o una puerta que está arriba es Fede porque nos sugirió que con los pibes y la escalera tengamos cuidado, cada decisión es alguien atrás diciendo: “me parece que”, eso es re lindo.
El piano era del papá de una muy amiga mía. Cada cosa tiene un gesto de alguien querido, están los CD’s que estaban en nuestro living, la caja registradora de mis abuelos de su negocio de la calle Warnes de toda la vida. Una planta de una escuela donde trabajé.
Manuel: Armamos un cuadrito con papelitos que encontramos acá que eran del almacén, se leen los precios de los productos.
¿Qué talleres tienen?
Manuel: Ahora hay talleres de canto, flamenco, juegos, lectura para niñes, cerámica para niñes y adultes, teatro, washboard que es un instrumento musical de percusión que lo doy yo. Algunos se van a ir sumado, ahora estamos terminando de organizar el taller de piano, va a haber taller de ajedrez, fotografía. Algunos son semanales, otros nosotros los llamamos seminarios, va a haber de fotografía, bordado, entre otros.
Giselle: Tenemos la intensión de que algunas propuestas sean abiertas al barrio y ajedrez para infancias va a ser una de ellas, va a ser gratuita. Próximamente va a haber taller de carpintería. Todo se va a ir armando, como los grupos.
Tienen una cafetería hermosa
Giselle: La cafetería es una sucursal de Café Negro, está re bueno lo que hacen y tienen mucha cancha con la gastronomía. Pero el desafío es cómo incluir esa propuesta gastronómica en un espacio cultural, acomodarnos. Por ejemplo, en un ratito va a empezar un taller y hay que mover las mesas. Estar con los ojos abiertos a una percepción más grande. O saber ofrecer los libros y los juegos, tener a disposición lápices con hojas para que los pibes dibujen.
Manuel: Es una complejidad linda. El otro día entró gente, no había lugar para sentarse entonces fueron a la biblioteca y se pusieron a leer un libro mientras esperaban que se desocupe una mesa. Ahí es cuando empieza a convivir todo el espacio y a tener una dinámica que es la que nosotros soñamos. Esa convivencia está buenísima, porque nutre tanto a la cafetería como al espacio y hay todo el tiempo un ida y vuelta.
Cosas que vamos aprendiendo en el camino que van apareciendo y nos van marcando el camino, entre lo que uno se imagina o espera y quiere hacer
¿Qué proyectos tienen?
Manuel: Estamos pensando propuestas nocturnas, estamos terminado de acomodarnos con el día, pero la idea es que haya propuestas nocturnas como noches de juego, conciertos, teatro, improvisación, jam, karaoke, muestras de canto.
Giselle: Micrófonos abiertos, lecturas de poesía, nos están preguntando mucho por presentaciones de libros. Queremos ver como resuena todo lo que nos imaginamos en otres y que quieran venir a conocer y escuchar la historia. Hay veces que nos miramos porque nos lo contamos tantas veces, venimos en esto hace tanto que es muy maravilloso compartirlo.
Manuel: Compartirlo de otra manera y con otra gente. Hoy a la mañana vinieron la hija de una persona que trabajaba en el almacén junto a su pareja. El señor había trabajado acá desde los 12 años. Dijo que tenía fotos del almacén y las iba a traer. Querían ver cómo había quedado el espacio porque nos venían siguiendo desde la obra. Muy lindo. Nos pasó que durante la obra pasaba gente todo el tiempo a preguntarnos qué íbamos a hacer.
Nos fuimos mientras Manuel tocaba el piano.
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