Educación y medios masivos de comunicación son las principales herramientas que delinean la cultura.
La palabra, eso que nos define como seres humanos y que es nuestra esencia, es la variable central para disputar el poder. Quien logre imponer la suya, será quien delinee el rumbo de la realidad. Por lo tanto, comunicación, educación y cultura conforman una zona de intersección compleja y de estratégica importancia.
En distintos momentos históricos la educación y los medios de comunicación cruzaron sus caminos. Pocas veces para articularse y muchas más para superponerse.
A comienzos del siglo XX en una Argentina caracterizada por un crisol de razas de inmigrantes que procedían de culturas y costumbres disímiles, fue necesario un “aparato” que pudiese homogeneizar dichas diferencias y, a su vez, moldear al ciudadano argentino que era necesario para poblar al país y, consiguientemente, modernizarlo.
La escuela resultó elegida para encarar semejante labor. Fue el órgano principal para unificar dialectos en un mismo lenguaje o para instalar en la memoria colectiva supuestas epopeyas y héroes de un pasado como común denominador de un sentimiento de pertenencia para que los nuevos habitantes pudiesen mancomunar en una sola nación. Durante cincuenta años la escuela fue la portadora hegemónica de la tarea de transmisión cultural. La aparición de nuevas tecnologías infocomunicacionales esbozó posibles caminos de trabajo conjunto. Pero, el incremento de la presencia de los medios de comunicación en el seno de la vida social alteró el cuadro de situación. En la actualidad, ya es innegable el papel educativo que los medios de difusión detentan.
Y si la escuela, otrora el principal encargado de modelar los valores de la sociedad, perdió su supremacía a manos de los medios de comunicación; no será un dato menor indagar los objetivos que motivan al nuevo actor social que tiene la notable influencia de configurar la cultura contemporánea.
En este período histórico que atraviesa el país, un debate sobre la educación no puede hacerse sin una profunda discusión acerca del tejido social, la concentración económica, el modelo productivo y la brecha de desigualdad. Y, no por casualidad, los medios tienen un papel preponderante en la instalación de estos temas en agenda y en la formación de opinión. En consecuencia, si la educación es de capital importancia para un pueblo, por propiedad transitiva lo será también el sistema de medios de comunicación que éste disponga.
Y si aún continúa escéptico sobre el anhelo estratégico de los medios de comunicación masiva por instaurarse como punta de lanza del sistema educativo, recordemos lo que decía uno de sus paladines de antaño, el Topo Gigo cuando cantaba: "vamos a ver, a ver la tele, que a la vez nos educa y entretiene…”
En esta colosal disputa de poder entre el conglomerado mediático y sectores del poder político, la vigencia de los medios barriales y comunitarios conscientes de rol trascendental que con responsabilidad han decidido afrontar, continúan siendo un faro que indican el curso a seguir cuando en medio de la marejada la confusión nubla el camino hacia dónde ir o en este caso qué pensar.