Tanto aire retenido en más de dos años que aún respiran dolores indebidos. Un planeta encerrado de un segundo a otro entre cuatro paredes, hasta las olas de los mares dormían y dormían. Árboles, paisajes y expectativas con todo el tiempo a disposición. El beso y el abrazo llorando, por separado, arrancados de cuajo del destino marcado. Dos metros de distancia, #quedateencasa, hasta una mirada era sospechosa de cargar con esa sustancia, con esa cosa, virus de la paradoja. Ese alcohol en gel que se agotaba, al igual que la paciencia, la mesura, la prudencia. Los agitadores de turno anunciando el fin del mundo. La curva de contagios, “nene lavate las manos”, la escuela por pantalla y en las veredas ni las palomas chusmeaban. Positivo alarmante, negativo y un suspiro. Almas de a millones expiradas, despedidas sin honores de esta tierra en el medio de una guerra sin balas. Contagiarse o salvarse. La mezquindad merodeando para aprovecharse. Y hoy me levanto, dicen que es primavera que rima con todo llega. Cuelgo el barbijo, le canto a las flores, me asoma el sol, me chiflan los amores. El mate aún tiene miedo y lo entiendo. Pero si la esperanza no se parece a esto, que estas lágrimas florezcan por haber estado tan adentro.