El relato ganador de la convocatoria “Mirar a través de la Pandemia” fue “Roque” de Mariano Raúl Balzano. La convocatoria fue realizada por la Biblioteca Popular Juan María Becciú junto a la Librería Frida en agosto del 2021. El objetivo fue que los vecinos puedan dar cuenta de las vivencias, pensamientos y sentires que tuvieron lugar a partir del contexto de la pandemia.
Roque
-Llamo para avisarles que mamá murió-
No se le entendía bien cuando hablaba, mezclaba las te con las ese, y las erre lo complicaban. Mi madre llegó a descifrar eso, y los saludos y cariños que dejó para nosotros.
Uno a uno, nos enteramos después, llamó a la casa de cada vecino para contar el hecho con exactamente las mismas palabras.
-Mamá murió-
Así se lo dijo su tío más cercano, de la mejor manera posible, pero se lo dijo.
A partir de ese momento, Roque agarró la agenda con los números y comenzó a meterle a los llamados.
Todos nos preguntábamos lo mismo en el barrio. Qué sería de su vida a partir de esto. -Vivía para su madre- dijo mi madre. Y ahora con más de cincuenta años, y un leve pero condicionante retraso mental, la pregunta caía de madura.
Al cuerpo lo iban a cremar por la pandemia. Hoy se cumplió una semana desde que la ambulancia había llegado, la habían cargado y se habían ido con la sirena ardiendo a toda marcha. Él no fue consciente en su momento, desbordó optimismo y alegría estos días. Cuando le preguntabas por la madre se reía e imitaba el sonido de la sirena haciendo wuu, wuu, wuuu sacudiendo alguno de sus dedos índice.
Fue ayer que le dieron la noticia.
Pasó a los gritos por la cuadra. Parecía borracho, no de alcohol, no un tarado; borracho en serio, borracho de miedo. Salimos, lo cruzamos con unas palabras, solo entendimos su confusión. Dijo algo de los trenes, como siempre, estaba todo el tiempo dale y dale con los trenes. En los meses cuando el sol entibia, solían caminar con su madre bordeando las vías, charlando de plantas y flores, de tal o cual fragancia, de si ésta o aquella era la preferida por los jilgueros, y cuál por los gorriones. Llegó a la esquina y se perdió, segundos después no se lo escuchó más.
Durante la cena casi que no hablamos en casa; apenas se comió, no había ánimo. En la tele contaban de a miles los muertos, y nosotros en el barrio, hasta ese momento, teníamos uno solo, pero con nombre y apellido.
Salimos al patio con mamá a compartir el café y el cigarrillo. El viento del oeste traía el olor de la quema en los basurales. Ella puso un poco de whisky a cada pocillo, papá pasó antes por el baño y ahí se quedó. La noche estaba azul, fría y serena; con las típicas estrellas que se ven en la cuadra. El tren insistía con la bocina desde mucho antes de llegar a la estación. Nos sorprendimos; vivimos tan cerca que hasta se escucha el golpeteo en los rieles. Fueron segundos eternos hasta que el silencio dijo basta. Nos miramos con mamá, (ahora que lo escribo me doy cuenta) ella lo sabía, y bajó la cabeza liberando el humo.