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28 de Septiembre 2020
RINCON DE LOS RECUERDOS
Nuestra Patria Chica
Escribe: Tito de Punta Arenas y Terrero
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•La etapa bisoña de nuestra vida queda marcada a fuego y no porque lo digan los psicólogos. Cuando pasamos de lo instintivo a lo consciente, formamos nuestros sentimientos, pensamientos y conocimientos. Pero el instinto maneja primariamente los actos de los albores ciudadanos, genera emociones y expectativas; debutamos, desde la intuición, en esa inserción social inevitable, en el ámbito de adopción que se nos impone cuando niños y allí establecemos nuestras primeras relaciones sociales extra familiares: primero los amigos, luego los compañeros del colegio; ambos, en esa “PATRIA CHICA”, quedarán registrados en forma indeleble porque fueron nuestros iguales al conjuro del desarrollo de la propia personalidad.

•Cansados de tanta “mancha venenosa” o “las escondidas”, al ir creciendo empezamos a “jugar a la pelota”. Primero la hacíamos de papel, atado con un hilo o, cuando mucho, conseguíamos una media vieja que rellenábamos con trapo (¿recuerdan “Pelota de Trapo” con Armando Bó?). Cuando caía a la zanja, la sacábamos pringando un líquido viscoso, pero no importaba, seguíamos pateando y se iba secando. El problema era cuando rodaba al medio de la calle; no faltaba la mamá –ninguna trabajaba fuera del hogar- que nos gritara: “¡cuidado nene, que viene el colectivo!”. A la vuelta, Terrero era un remanso, bien asfaltada y lisita, aparecía como una pista de patinaje, para intentar nuestras primeras incursiones en bicicleta por la calle y, en primer lugar, porque imaginábamos que entre Punta Arenas y Linneo estaba la cancha diaria de nuestros sueños. Además, tenía escaso tránsito vehicular, no tan poco según veremos, y el gallego Don Julián se ocupaba de juntar la bosta para abonar los árboles.

•El piberío se juntaba en la que –para nosotros- es la legendaria esquina de Terrero y Punta Arenas al 1900 lado impar. Allí se fue aglutinando la barra, que no era brava, pero tampoco estaba formada por angelitos. Había un almacén y luego vino Don Arón, el viejo de Mauricio, a instalar la sastrería donde me hizo la primera pilcha de pantalón largo. Era punto de referencia porque en algunas esquinas se juntaban los vecinos, grandes o chicos “del barrio”, lo que constituía una fragmentación territorial. A la vez, nos daba una precisa identidad de pertenencia: “yo soy de Punta Arenas y Terrero”.
El conglomerado iba creciendo, ya venían chicos que estaban un poco más lejos de esa confluencia callejera (cuadra o cuadra y media como máximo). Los matrimonios,  obreros o de clase media baja, ofrecían una particularidad: casi todos tenían sólo hijos varones. Las pibas escaseaban y, de todos modos, si a nosotros nos cuidaban, pueden imaginarse que pasaba con las mujercitas, apenas salían por las tardecitas luciendo algún vestido nuevo. Pero las pocas hermanas de nuestros compinches eran sagradas. Constituíamos los proyectos de “los machos de Buenos Aires”, una sociedad que hoy –pese a todas las transformaciones a puntualizar- no ha dejado de ser machista.
He aquí los “piqueteros” que poco a poco fueron copando la circulación de Terrero, cuando se hizo inevitable, para los padres, que la pasión por la pelota fuera convirtiéndose en auténticas confrontaciones futboleras con las reglas y códigos apropiados a esos niños que iban creciendo y desarrollándose con incontenible vitalidad.

A fin de recoger las ricas vivencias que todos guardamos de nuestro barrio, de nuestro club y de nuestro vivir y convivir esta "patria chica" es que invitamos a revivirlas enviando un escrito que publicaremos en nuestro "Rincón de los Recuerdos".
Los esperamos. E-mail: angelkandel@gmail.com / nuestro_barrio@hotmail.com