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7 de Septiembre 2020
RELATOS CASEROS DE AISLAMIENTO
Se quedó en casa.
Escribe: @nacholopezescribe
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Se quedó en casa. Le entraba luz las veinticuatro horas. Su Grundig de veinte pulgadas no fallaba. Ni se apagaba desde hacía treinta y cinco años. Ambiente grande, dirían las inmobiliarias. El único. Allá arriba, en su subsuelo. Apoltronado o sin otra alternativa. Tosía, bebía, quería. Se había fabricado su propio barbijo con un retazo de buzo de sus tiempos de arquero. Salía cada tres semanas a hacer las compras, mirando hacia ambos lados. Como un prófugo. Escapando de la realidad que no extrañaba. Añorando una actualidad que otra vez lo enfermaba. Dos atados de puchos, tres paquetes de fideos de cable de teléfono, ocho cajas de vino que no debería llamarse vino, un par de leches, yerba y el pan lactal más barato de la Comarca. Rutina que repetía puntualmente cada veintiún días. Mantenía diálogo fluido con las palomas que se invitaban solas a pasar, por lo que alguna vez había sido una ventana, Las alimentaba y volaban. Y se emocionaba, o mejor dicho, lloraba. Tenía síntomas pero no tenía teléfono. La última lavandina se le había vencido hace diez años. No se adivinaba el color de su sillóncamamesasilla. Cada tanto, culposo, su gato regresaba. Hoy abrió su puerta para salir a comprar. El sol le dio de lleno en las ojeras. Las rodillas le sonaron. Soltó la bolsa exhalando. Intentó saludar a un vecino después de años. Se tomó un par de minutos para caer suavemente en su vereda. Quedó boca abajo mirando sus llaves. La cerradura espiaba. El felpudo respiraba. El vecino cerró su reja. Y él se aisló para siempre de su alma.