Escribe: Lydia Schiuma
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En 1944 concurríamos a la Escuela Nº 22 del D.E. 13 (hoy Escuela Nº 17 D.E. 12 “Casilda Igarzabal de Rodríguez Peña”), al llegar a 3º o 4º grado comenzaba la costumbre de ir a “hacer los deberes” con alguna compañera, alguna mamá nos invitaba a “tomar la leche” y si nuestros papás nos daban permiso, lo hacíamos, aumentando así el caudal de amigas, que hasta entonces estaba formado sólo por nuestras vecinitas. Como los únicos medios de comunicación eran diarios, revistas y radios, nuestras preferencias se inclinaban a los libros, leíamos todo lo que podíamos.
Hay que tener en cuenta, que nuestros padres no eran muy adinerados, a pesar de no pasar necesidades no podíamos comprar tantos libros, como queríamos leer comenzamos a prestarnos nuestros libros entre compañeras y sus hermanos y hermanas.
¿Cómo surgió la idea? No sé, pero finalmente empezamos a organizar una biblioteca, los padres de Beba, nos cedieron la clásica puerta que se encontraba en muchas casas antes de terminar de subir a la terraza, con dos estantes en la pared, aportamos nuestros libros y comenzamos a elaborar muy entusiasmados el estatuto de la Biblioteca popular “La Amistad”. El papá de beba, don Enrique Casacuberta, sobrino del famoso actor Enrique Casacuberta, muerto en escena y cuyo nombre lleva una de las salas del Teatro Gral. San Martín, nos asesoró y ayudó a conseguir la Personería Jurídica.
La querida biblioteca “La Amistad” funcionó siempre en Argerich 1661 Dpto. A, recordemos que hasta 1972 ese lugar perteneció a Villa Gral. Mitre.
Se formó la Comisión Directiva con cargos rotativos y los bibliotecarios de turno atendían: martes, jueves y sábados en horas posteriores al horario escolar, a quienes pedían libros prestados; la cuota mensual creo que era de 50 centavos,
Festejábamos el 25 de Mayo y el 9 de Julio con un acto que comenzaba con el Himno Nacional, cedido por los padres, cantado por un tenor, en forma muy clásica, que nos era muy difícil acompañar, luego de unas breves palabras pronunciadas por uno de lo socios seguían juegos, comida y baile.
Pero no todo fue eso, periódicamente íbamos todos juntos a alguno de los cines del barrio: Gaona, Imperio, Mitre, Sol de Mayo, acompañados de alguna mamá que guardaba, todas las meriendas que llevábamos, ocupábamos más de una fila, por lo que de pronto debía correr la vos de butaca en butaca: “dice Rubén que la mamá de Beba le mande el sándwich” y a la vuelta de este singular correo iba pasando de mano a mano el alimento requerido sin ninguna equivocación.
Los sábados o domingos de lluvia y frío jugábamos en la cocina, bien calentita a la lotería “por caramelos”.
Organizábamos también fiestas con juegos y bailes con comida y bebida que mandaban las familias. Un día en época de calor decidimos, no molestar con la preparación a los padres y nos encomendaron a dos chicas comprar imperiales con leche, reunimos el dinero y el día anterior a la reunión fuimos a comprar las galletitas y entendiendo “al pie de la letra” la palabra, “imperiales” nos encontramos con que ningún negocio tenía los kilos que nosotros necesitábamos, empezamos a comprar todo lo que cada almacenero tenía hasta completar la cantidad, al día siguiente comenzaron las bromas que duraron años, porque al decir “imperiales” se quisieron referir al tipo de galletitas secas y no a las galletitas misma. Compramos ¡Todas iguales! Pero no quedo ninguna.
En el verano organizábamos (aramos dijo el mosquito) más vale los padres organizaban pic nic a Punta Lara, para lo que alquilábamos un colectivo de la línea 25, siempre el mismo, del mismo chofer que venía acompañado por ser hijo, lo pagábamos entre todos, lo mismo que el asado que hacían los padres y todos los comestibles.
Con el dinero de las cuotas, comprábamos con descuento, gracias a la Personería Jurídica las listas de libros, elaboradas entre todos, así conocimos a Salgari, Julio Verne y más tarde a Víctor Hugo y muchos más.
En 1952 se disolvió la Biblioteca pero nos seguimos viendo acompañados de nuestros esposas y esposas, no todos pero algunos nos encontramos en el año 2000 ya abuelos.
La Biblioteca “La Amistad” no sólo nos permitió acceder a muchos libros, también nos permitió, tener amigos de distintas colectividades y religiones y llenó de hermosas experiencias y recuerdos en nuestra infancia y adolescencia en Villa Mitre.