El Centro Cultural Che Pugliese cumplió 3 años en el barrio de Villa General Mitre, abrió unos meses antes de la pandemia y eso les permitió que los vecinos, vecinas y comercios los conocieran, ante la emergencia sanitaria fueron un espacio muy importante para la comunidad barrial.
Charlamos con Federico, uno de los responsables del centro cultural, sobre su funcionamiento y proyectos.
¿Cuándo abrieron el centro cultural?
Abrimos en octubre de 2019. Fueron cinco meses super intensos porque nos empezamos a vincular con gente que se acercó, muchos celebraban la iniciativa porque nos decían que no había nada parecido en el barrio con una oferta cultural con todo lo que eso significa.
Empezaron a surgir cosas y fueron meses al palo, hasta que llegó la pandemia, nos agarró con toda la planificación armada para el 2020 con actividades organizadas para marzo o abril y tuvimos que salir a ingeniárnosla para ver cómo hacíamos porque estaba prohibido abrir.
Lo que nos habilitaba para abrir la persiana eran las campañas solidarias de donaciones de alimentos y ropa, todo con gente del barrio. Empezamos a juntar, llegaron un montón de alimentos y ropa, entonces abríamos dos veces a la semana para recibir y para entregar. Fue una muy buena experiencia porque nos dio mucho conocimiento en el barrio y venía gente de más lejos. La contracara más dura fue ver a gente que se había quedado sin laburo, que no tenía para comer y vivía el día a día. Fue un momento super crudo. Llegamos a tener 25, 30 familias que venían de pensiones de la zona. Todas las semanas laburábamos con esa población. Ganamos respeto y conocimiento del lugar.
Después afortunadamente era la propia gente que antes venía a buscar alimentos la que nos decía: “Ya retomé el trabajo”, “Ya conseguí laburo” o te daban los datos para acercar a otro lugar que necesitaba. Fue dar una mano con esa necesidad concreta que después, naturalmente, se fue desarticulando.
¿Cómo ven al barrio? ¿Qué necesidades hay?
El barrio tiene una composición muy de clase media, de laburantes, pero no es un lugar carenciado. Después de pasados los años de pandemia, pudimos retomar a la idea original de instalar una agenda cultural, social, donde funcionara el centro cultural como un lugar de encuentro y como nuestra filosofía es ver de utilizar el espacio como un lugar que ayude a recomponer los lazos sociales y comunitarios que vemos que se han ido rompiendo a lo largo de las últimas décadas.
Hoy en día, seguimos viendo las dificultades que dejó la pandemia, sabemos que antes de la pandemia era un panorama y que ahora es totalmente distinto, y se nota mucho. Hablamos con gente de otros espacios culturales que antes tenían un caudal muy grande de personas que participaban y asistían a los talleres, todo eso no volvió a ser lo mismo, el desafío es ese, ver cómo volver a generar esas condiciones. No sé si es por miedo a las infecciones, pero hay algo más que se ve generalizadamente de una especie de quietud, de quedarse adentro, de resolver algunas cosas de modo virtual, preguntan mucho si los talleres son virtuales, y la verdad es que no. En momentos de la pandemia hicimos algunas actividades virtuales como charlas y talleres, pero eso no lo queremos vivir más, además eso termina contribuyendo a un estadio social como la exacerbación de la individualidad, y la atomización de los vecinos, no lo queremos sino todo lo contrario, ver de qué forma encontrar mecanismos de vinculación, podamos hablar entre los vecinos de las cosas que realmente importan, lo que perjudica y lo que no, las cosas recreativas que ayudan a poder entablar otras relaciones y mejorar las relaciones sociales en general.
¿Qué talleres tienen en este momento?
Están funcionando y vienen hace rato guitarra, tango, folclore y ESI (Educación Sexual Integral), son nuestros "tanques", ya tiene su dinámica y estamos muy contentos con eso. También ofrecemos otros talleres que a veces se abre la oferta porque todo el tiempo tenemos gente que se acerca diciendo que es profe y le gustaría dar un taller, entonces probamos; después hay que ver si en el barrio existe esa demanda, si el profesor se mueve para generar la visibilidad del taller. Hay muchas propuestas, hoy tenemos abierta la inscripción a talleres de dibujo, artes visuales, escritura creativa, pero no terminan de arrancar hasta que tengan cuatro alumnos.
El arancel varía según cada profe, hay algunos que cobran muy barato, casi una contribución, otros talleres son gratuitos, otros a la gorra, lo arregla cada profe.
Hacen otras actividades como peñas, ¿no?
Hacemos peñas cada tanto, no son regulares. La de fines de mayo salió re bien, teníamos miedo porque era fin de semana largo, pero salió muy bien. La idea es que sean una vez por mes o cada dos meses. Hemos hecho peñas temáticas para las fechas patrias, vamos a hacer una para el 9 de julio.
Otras actividades van surgiendo como proyección de películas, armamos un cine debate con alguna fecha o temática en particular. El año pasado para el 24 de marzo, una fecha super significativa, para trabajar con juventudes fundamentalmente, armamos una especie de experiencia inmersiva, dimos vuelta el local y lo ambientamos como si hubiera sido un lugar detonado por la dictadura. Proyectamos un video, con una experiencia sonora y funcionó muy bien. La idea es siempre ir pensando en iniciativas que nos permitan vincularnos con otras instituciones de la comunidad.
¿Tienen relación con instituciones del barrio?
El taller de ESI nos permite mucho eso, trabajamos con escuelas. Para el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, nos invitaron del CeSAC 34 a un evento que organizaron con un montón de escuelas y distintas instituciones de la zona. Estuvo muy bueno, y eso es parte de la propuesta que nosotros tenemos como centro cultural, no solamente movernos con nuestra agenda de talleres sino vincularnos con el resto de las experiencias y lugares que tienen un entramado comunitario y que muchas veces por desconocimiento no hacés nada en conjunto.
También se acercó gente del proyecto La Casita de la organización Schonthal, que tienen un centro de día, con una propuesta de trabajo comunitario, y se organizó para hacer algo acá. En cada cosa que participamos, se van abriendo puertas para generar otras instancias.
También nos gusta salir, ir al encuentro del vecino y poder llevar nuestra propuesta cultural y así abrir la posibilidad de discutir temas vecinales como ¿por qué hay una biblioteca popular cerrada, ¿cuáles son las causas?, ¿cuál es la política del Gobierno de la Ciudad en relación a la comuna o los barrios?, por qué llegamos nosotros y la gente dice: “no hay nada cultural de este estilo”, discutir con los vecinos sobre qué modelo de propuestas culturales te brinda la Ciudad. Que el vecino empiece a ver que existe otro entramado en la Ciudad en el que se puede confiar.
¿Cuántas son las personas que participan en el centro cultural?
Nosotros somos como una comunidad, hablamos entre los compañeros de la “comunidad del Che”, porque nosotros somos unos quince compañeros pero hay gente que no participa activamente en la organización de todo, pero te preguntan si hay algo o vienen y organizan una actividad puntual. El año pasado festejamos los 3 años del centro cultural, cortamos Tres Arroyos, pusimos un escenario, parrilla y los talleristas armaron la parte artística.
Siempre nos preocupa cómo hacer para que los talleristas se apropien del lugar como herramienta colectiva para exponer lo propio y hacer jugar a los vecinos que vienen a los talleres. Siempre estamos en esa búsqueda, cómo lograr que el que viene a participar de algún taller no venga meramente por una cuestión de consumo a una clase de folclore, sino que venga con sus vecinos a bailar y por qué no a pensar y planificar una iniciativa organizada de forma colectiva por los vecinos y para los vecinos, eso es a lo que nosotros aspiramos.
La idea de buscar una instancia superadora donde se haga parte a los vecinos de la organización de un evento, que termine siendo una cosa más familiar, de esa forma te permite llegar de otra manera. Muchas veces hay cierto prejuicio sobre lo que significa un lugar popular, comunitario, pero a través de la práctica a veces se puede ir desandando esa idea que existe acerca de estos lugares.
¿Cómo surgió el nombre Che Pugliese?
Un poco en homenaje al Che y a Pugliese, y otro en lo que significa el legado de ambos, la identidad que ellos tenían. Además Pugliese, en toda esta zona como La Paternal y Villa Crespo, más allá de ser una figura reconocida a nivel nacional e internacional, tiene una pertenencia muy grande en estos barrios, fue un poco por eso la elección del nombre. Pensamos en un nombre que dé cuenta de la identidad de ellos, de las cosas que proponían en distintos ámbitos, como filosofía de vida y que tenga que ver con algo del barrio. El Che y Pugliese no se pensaban escindidos del pueblo.
Creemos en lo que representan simbólicamente y prácticamente, a nosotros nos gustaría darlos más a conocer. Gran parte de este proyecto de centro cultural fue pensado para apuntar a retransmitir una idea, una filosofía política, una filosofía social, como inculcar en los pibes y las pibas una memoria histórica que se viene perdiendo. Creemos que como en los 50, 60, 70, el arte en general, fue una herramienta de concientización muy fuerte, de búsqueda, de transformación.
Instagram: @cc.chepugliese
Facebook: Che Pugliese Centro Cultural