En la escuela siempre nos enseñan lo bueno. Que José de San Martín era el ídolo por excelencia, que la bandera que izamos en el mástil es del color del cielo y que Sarmiento fue el padre de la educación. Pero muchas veces y con el correr del tiempo, uno se hace más grandecito y deja de creer en Papá Noél o en los Reyes Magos, como así también deja de creer o por lo menos, pone en duda lo que tanto le enseñaron en el colegio. En la lección de hoy, repasaremos pequeños datos históricos que seguramente, más de uno no sabe.
Hace mucho, mucho tiempo, un día como el 25 de mayo pero de unos doscientos tres años atrás, los argentinos nos comenzamos a dar valor por lo que éramos y decidimos gobernarnos a nosotros mismos, por eso la juntada fue en el Cabildo, ese que ahora sólo muestra un pedacito de lo que era en esos años. Y a partir de ese mayo, se comenzó un largo camino llamado independencia, y digo camino porque pasaron unos seis años hasta que por fin “nos emancipamos” de nuestros padres españoles.
La cuestión fue más o menos así:
El 25 de mayo de 1810 fue depuesto el último virrey español que gobernó desde Buenos Aires, organizándose la Primera Junta de gobierno, y el 9 de julio de 1816 fue proclamada formalmente en Tucumán su independencia como país libre y soberano.
El 9 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán resolvió tratar la Declaración de la Independencia. Presidía la sesión el diputado por San Juan, Juan Francisco Narciso de Laprida. El secretario Juan José Paso leyó la propuesta: preguntó a los congresales "si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli". Los diputados aprobaron por aclamación y luego, uno a uno expresaron su voto afirmativo. Acto seguido, firmaron el Acta de la Independencia. Al proclamar la independencia de las Provincias Unidas en Sud América se utilizaron las siguientes fórmulas:
[...] recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli [...]
[...] independencia del rey de España Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y toda otra dominación extranjera.
En 1816 convergieron dos hechos fundamentales para la historia nacional: la Declaración de la Independencia y la organización final del plan de guerra de José de San Martín, que sería el garante de esa independencia y la llevaría más allá de las Provincias Unidas.
Por eso al margen de todo esto y del clima festivo, en varios puntos de Sudamérica se encontraban focos de resistencia contrarevolucionaria, que intentaban restaurar la autoridad de la monarquía española en la región. Sus avances fueron contenidos, entre otros, por Manuel Belgrano, José de San Martín y Martín Miguel de Güemes. San Martín es, junto a Simón Bolívar, responsable de las gestas libertadoras que finalizaron la presencia española en el continente. Y el resto, es historia. Y es historia presente, porque desde aquel momento, hoy podemos decir con todo orgullo que nuestros aciertos y errores son totalmente… ARGENTINOS!
Pequeñas curiosidades olvidadas en el tintero:
• La mayoría de las calles del barrio de Palermo llevan los nombres de los congresales (de aquel entonces) de Tucumán.
• Sólo visitaron la Casa de la Independencia seis presidentes democráticos en su ejercicio: “Nicolás Avellaneda, Juan Domingo Perón, Carlos Saúl Menem, Fernando De la Rúa, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández” otros lo hicieron también, pero no en su mandato.
• Para llegar hasta el congreso, los diputados debían recorrer largos caminos. El viaje de Buenos Aires a Tucumán duraba aproximadamente, de ¡25 a 30 días!.
• Para el congreso de 1816, las provincias de la Liga Federal, la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe no enviaron a ningún representante por estar en guerra civil con el gobierno central.
• Y a pesar de que hicimos todos los trámites de la Independencia en 1816, España recién nos reconoció como independientes en 1863.
La Casa Histórica de Tucumán
Se construyó en 1760. Pertenecía a una importante familia local, la de Francisca Bazán, esposa de Miguel Laguna. Tenía varias habitaciones, patios que las conectaban y su único ornamento eran unas columnas salomónicas ubicadas a los costados de la puerta principal.
Después de ser sede del Congreso en que se declaró la Independencia, fue alquilada para la imprenta del ejército, el servicio de telégrafo y el Juzgado Federal. En 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli —que visitaba la ciudad de San Miguel de Tucumán— registró, a pedido de un grupo de vecinos, el deterioro del edificio con el objeto de llamar la atención de las autoridades en pos de la conservación.
En 1904, el gobierno la restauró. Sin embargo, debido a su pésimo estado, tuvo que demoler gran parte de la vieja casa. La única parte que se salvó fue el salón de la Jura de la Independencia. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo al edificio original utilizando, incluso, el mismo tipo de ladrillos, tejas y baldosas.
En 1941 fue declarada monumento histórico. Actualmente funciona como museo y es centro tradicional de los festejos por la Declaración de la Independencia.