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12 de Julio 2020
FELIZ ANIVERSARIO
Nuestra "patria chica" del porteño barrio de La Paternal
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"PATERNAL: Tendencia a aplicar las formas de autoridad y protección propias del padre en la familia radicional"
Y es así como nos sentimos en nuestra "patria chica" del porteño barrio de La Paternal.

Pensar en él es recordar y sabemos que recordar deriva del latín "recordis" que significa "volver a pasar por el corazón" vaya si es por el corazón donde pasan todos aquellos hermosos momentos de niñez, juventud y adolescencia con que fuimos engrosando nuestra mente y nuestra alma.
La Paternal cumple años..., La Paternal cumple ciento dieciseis años de historia, de tradición, de memoria. Feliz nueva velita que iluminará la senda de los recuerdos.
Llegué a él cuando la cigüeña, buscando el mejor lugar, me depositó en ese espacio poco habitado, pletórico de buena vecindad entre esos habitantes que llegaban de allende las fronteras buscando un lugar abierto a toda persona de buena voluntad que quisiera habitar el suelo argentino.
Y fue así que el suelo paternalense fue cubriéndose de lenguas extrañas que hacían que fuese una Babel en que la mano tendida, común denominador que no necesitaba de traductor, de esa gente que escapaba de los horrores de la guerra, de las persecuciones y que acá encontraban su seguridad y futuro.
Y la siguiente generación fuimos nosotros que cantábamos nuestro himno y la canción a nuestra bandera y corríamos y recorríamos todos los rincones del barrio como reconociendo, y marcando, nuestro territorio.

Ahí nos formamos y conformamos como personas de bien y como no recordar a las escuelitas primarias que nos abrian sus puertas y corazones, a nuestros Maestros Señorita Sara de primero inferior, señora de Capece, Yakin Adaro, María Angélica Farizano que llegó a ser Diputada Nacional, señora de Martín Calvo, señores Pastore, Monti, Pedro César Guillaume Dozo (que era "amigo" de Sarmiento y se paraba frente a su retrato y le hablaba"), Martignone, Niemetz, Luoni, el Director Alejandro Moreno que era Mayor del Ejército Argentino y tenía dos caballos, "Cachapé" y "Maitía", a los que conocimos un día que fuimos de excursión, "el colorado de Dibujo" y "el cuaderno de clase" y las notas del Maestro, una en especial con la aclaración de "¡mañana me la trae firmada por su Padre que rezaba: el alumno Angel Kandel    ha tenido el alto honor de izar la bandera de la Patria en el día de la fecha" y eso era en "1950-Año del Libertador General San Martín".

Y el fútbol que nos atrapaba casi con exclusividad jugando entre nosotros.
Pero habían "desafios", contra los del "otro barrio" que no era ni más ni menos que la barrita de amigos que paraba en la otra esquina porque "eran barrios de cuatro esquinas" y ahí se nos terminaba el territorio, salvo la cuadra que hacía de cancha para jugar "los picados".
Picados porque la pelota de goma Pulpo, la rayada roja y blanca picaba con nuestros pelotazos y se "colgaba" en lo de algún vecino que, si era benévolo la devolvía y seguía el partido, si no lo era caía fofa y con el corazón partido como partido quedaba el nuestro.
La solemnidad de esos encuentros era tal que se respetaban todos los códigos que hacían al mismo. Los equipos se alineaban uno de cada lado y el que había ganado "la punteada" comenzaba pero antes preguntaba "¿Aurieri?" y los contrarios respondían "Diez" y recién ahí se ponía a rodar la pelota.
¿Aurieri...?, ¿Diez...?
Nadie sabía el qué y el porqué de esas palabras mágicas que sonaban a onomatopeyas, pero era así y así lo respetábamos.
Con el correr del tiempo y ya en la escuela secundaria aprendiendo el idioma inglés caí en la cuenta que como el fútbol era un deporte de caballeros, quien debía poner la pelota en movimiento preguntaba a los contrarios "¿All ready?", que significa "¿Todos listos?" y al responder los contrarios "¡Yes!", "Si", recién en ese momento comenzaba el juego. 
Esto se iba transmitiendo de unos a otros y era respetado porque el rival era respetado, porque el respeto era un valor que nos inculcaban con el ejemplo.
En esos menesteres estábamos cuando aparecieron los Campeonatos infatiles y juveniles y dio nacimiento a "Sportivo Terrero" y "Juventud Unida de La Paternal" pero el súmmum era jugar en "Oriente", el equipo estrella del barrio, el que había llegado a jugar la final de un campeonato, la cantera de donde se nutría Argentinos Juniors dado que su Delegado era "Pocho Zamudio", también jugador de la reserva de los Bichos y suplente nada menos que de Oscar "Osquita" D'istefano , el mismo "Pocho" que armó y comandó la famosa murga "Los Locos de La Paternal".  

También ahí comenzábamos a aprender idiomas extranjeros cuando Don Rafael nos gritaba "Spiantuque..., spiantuque de aqüi" para que no jugásemos a la pelota frente a su casa, lo que le significó que perdiese su nombre para ser para nosotros, "Don Spiantuque".
¡"Dele Don Spiantuque, devuélvanos la pelota...!"
Pero en los picados no sólo era cuidarse de Spiantuque, de que la pelota no se colgase en lo de Don Julián o que Don Pizarro no estuviese en la puerta tomando mate (y yo de un cabezazo mal dirigido le limpiara el mate quedando él con los dedos como garfios para arriba, como un día sucedió...).
El verdadero peligro era nuestro "enemigo mortal", "la cana".
Teniamos que cuidarnos que no viniese silenciosamente "el autito" o que el cabo Ojeda, al que conocíamos como "el Chinito de la 41", de facción en la Avenida y a quien los vecinos acudían cuando a la hora de la siesta se armase un partido con sus gritos y pelotazos.
¡Que tiempos aquellos!
Si no había más "chirolas" nos teníamos que arreglar con la media corrida de alguna tía vieja y rellenada de papeles y trapos terminaba siendo ese sucedáneo de la Pulpo, "la Pelota de Trapo". Mas había veces que no aparecía ninguna tía ni media ni trapos, sólo papeles de diario y eran ellos los que, correctamente apretados y atados con piolines hacían esa humilde pero siempre presente "pelota de papel" de efímera vida dado que si caía en la zanja que había al pié del cordón de la vereda, quedaba mojada y prácticamente inutilizada.
Fin del partido, fin de las corridas que si era verano la manguera con que Carola, la vecina que lavaba la vereda, nos facilitaba y previo mojarnos la nuca y las muñecas, "para bajar la presión porque sino nos daba el pasmo(?)", nos íbamos a la esquina a jugar al oficio mudo, a la mancha, contarnos cuentos o jugar tirándonos sobre la arena de la obra de Don Pedro y que, al revolcarnos en ella se desparramaba lo que hacía que viniese corriendo el sereno, un italiano mayor que preocupado nos gritase, ¡"Diu Belo", (Dios bello), váyanse!" y ese Diu Belo que a nuestros oídos sonaba "Tio Belo" fue su nombre con el que al día siguiente íbamos a pedirle permiso diciéndole: "Tio Belo, ¿nos deja jugar en la arena...?"
Y las caminatas que podían ser a cualquiera de los cuatro puntos cardinales.

¡Vamos hasta la Cancha...! sugería alguien y allí íbamos a nuestro querido club Argentinos Juniors porque siempre había motivo para esa peregrinación, así fuese para ver los entrenamientos y estar cerca de nuestros ídolos "Osquita", "Estradita", "Nicha", "Nino" que eran del barrio y defendían la casaca del Bicho o acercarnos para ver las prácticas de boxeo dirigidas por el entrenador Don José al lado de la media tribuna que daba a la calle Juan Agustín García o ir a practicar nosotros atletismo con el Profesor Jaime corriendo por el costado de la cancha y bañarnos en los vestuarios donde se cambiaban los jugadores...!, hasta que un día me clavé un clavo salido de la parrilla del piso y me infecté...

Otro destino era aceptar el reto "¿y si vamos al Puente?" y allí íbamos, lo "escalábamos" y en el descanso de arriba, bajo su férrea corona que el modernismo quitó, nos quedábamos esperando ver pasar los trenes con sus locomotoras a vapor echando humo como grandes fumadoras y era muy fácil que si teníamos una pelota siguiésemos hasta la cancha que había dentro del Hospital Alvear y jugásemos un partido cuando no era que seguíamos derecho por la Avenida y llegábamos hasta la Agronomía para internarnos en sus laberínticos caminos y también ahí jugar.
Y fue allí donde me fracturé la clavícula y se terminó mi carrera como prometedor N° 2 que no sacaba fuerte y lejos pero que de cabeza era impasable, "Mimbre" me decían por la elasticidad...

Un día muy especial era cuando íbamos al cine.
Sena, Taricco y Oasis eran los más cercanos. Eran tres películas más el noticiero cuando no había también "numero vivo".
Un día en el Sol de Mayo vi al "El Indio Araucano" que era muy conocido y reconocido y me emocioné de tenerlo tan cerquita.
Mas había un día muy especial una vez al año, era el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, sinónimo de fogata gigante, de pedir a todos los vecinos qué podían darnos que no les sirviese pero que era alimento ideal para esa ígnea ceremonia y que, chirolas mediante para comprar papas y ponerlas sobre el fuego en el momento oportuno, servirían para nuestro alimento post "fogarata" y que sabía al mejor de los manjares.
Siempre la armábamos en la esquina pero, siempre el fatídico pero, ahí se cruzaban en diagonal los cables de alumbrado público y había que cuidar de que no se quemasen porque ahí arriba, en lo más elevado de la ya alta armazón se colocaba el muñeco que al quemarse llamaba a aplausos de los presentes. 

Pero esa esquina, nuestro atalaya, nuestro mirador era también punto de encuentro con personas y personajes del barrio.
"Palanique"..., "vení Palanique y contate algo del Mono Gatica" y él, que venía "haciendo sombra" cuando terminaba sus changas como rasqueteador de pisos se acercaba y nos regalaba sus anécdotas como sparring e incondicional amigo del ídolo.
Y June, que trabajaba en la herrería de la otra cuadra cambiando herraduras a los caballos de los carros del sifonero, lechero y demás repartidores de la época cuando tener un camionicito ya era de otro nivel.
Allí se "atendía" a Gato, el caballo de Celso, el vendedor de hielo con el que trabajaban amigos míos que amén de ganarse unos pesitos de sueldo fijo, recibían propinas de las clientas. 
El trabajo era sencillo porque Celso te entregaba una bolsa de arpillera con la que hacías el reparto, eso era todo, pero al pedirle permiso a mi mamá para ser "repartidor" fue donde terminó mi "Licenciatura en Hielo".
Eso marcaba un status diferente pues los que trabajaban tenían su independencia económica y cuando íbamos a la Avenida a comer una porción de pizza no debían depender de sus padres.

Habían vendedores que deambulaban por las calles, el canastero con esos carros tirados por caballos que desbordaban de sillones de mimbre, el lechero de La Martona, La Vascongada o de la S.C.L.U., "lecheros unidos", que vendían "leche suelta" que era más barata, pero también estaba el lechero que traía a la vaca y que sentado en un banquito traído ex profeso la ordeñaba delante de uno y salía una leche humeante cuya fragancia especial aún huelo. 
Pero había un vendedor especial, ese que aparecía para diciembre, mediados de diciembre, y que traía una cantidad de pavos que "desfilaban" bajo su atenta mirada y cuando algún vecino señalaba cual quería comprarle para las fiestas él, que traía un alambre largo terminado en gancho, enganchaba a la señalada y la entregaba a su "ejecutor".
Otros personajes que me vienen a la mente y corazón son el Cholo, repartidor de diarios de la tarde, Luisito y Atilio, peluqueros, la carbonería del papá de Carlitos, un tano con bigotes manubrio, Argentino y su mameluco manchado de pintura, el almacén de Don Julio, la fiambrería de don Eusebio, las carnicerías de Don Isidoro y Natalín, la lechería de Muguruza, la panadería "La Margarita", las bicicleterías de Fito y Lito, mis abuelos gringos y mis tías y tíos, el Coco que era nuestro as en el manejo de la pelota y la barra, la querida barra de la esquina con Jorge Gordo y Jorge Flaco, Tito y Carlitos, Mauricio, Pablo y Juancito, los Manganelli, Toto, Pocho, Kuky, Chiquito y Mario, Manolo, Malito, Elio, Minguito, el tío Adriano, Raulito, Salvador, Manzanita y Bananita, Cinconovias,Toto, Héctor, Norberto, Alperín "sin hache", Atilio, Enrique y Fernando, Mario, Chichito devenido en Pajarito, "Dito" Zúgaro que de herrero pasó a ser periodista de La Razón, Juan Carlos, Beto, Lito, El Maestro, Terremoto, Furno, los dos Félix, los dos Guillermo, Jacinto, la librería y kiosco El Petiso, las bodegas, la estación La Paternal con su sembradío de zarzaparrilla, Don Francisco que era "un pedazo de pan", Don Julián, la Pupi, El Pueblito, ...

Y el vecino Pimentel que entre los chicos murmurábamos "de noche sale a juntar basura de los tachos" y un día se aparecieron decenas de carros de basura de la Municipalidad que bajaban de su terraza esos desperdicios acumulados y denunciados por otro vecino.
Y cómo no recordar al Gran Circo Norteamericano que se emplazó en la manzana frente a la cancha en Gavilán y Jonte con sus fieras enjauladas, con el enano Carlitos y el gigante Camacho que desfilaban por las calles del barrio entregando grandes hojas que eran el programa.
Pero vaya también nuestra mención a esos que fueron los antecesores de estos actuales planes "Ahora 12" y "Ahora 18", los "Cuenteniks", vendedores de mercadería a plazos que eran de la colectividad judía que era numerosa en el barrio.
Cuanta gente, cuantos recuerdos y vos, querido Barrio, vos siempre estás ahí y en mi.
Siempre vuelvo a mi esquina y ella está ya vacía de la barra, ya sin vos y sin voz, camino por mi cuadra que es mi infancia, doblo la esquina de mi vida y mi mente me lleva nuevamente al reencuentro y en el momento que las paredes se me nublan, se me mueven y se humedecen mis manos y me pregunto si llueve, me respondo, "...si, llueven recuerdos, gratos recuerdos y rostros de quienes vocean, piden,  imploran...
                  ¡Don Spiantuque, me devuelve la pelota...!"