Decir "Junio" es decir frío, viento, abrigo.
Escuchar "Junio" es sentir los incómodos sabañones en los dedos y orejas que la temperatura ambiente sabía dejar depositados en nosotros. Los guantes trataban de proteger esas manos infantiles que no podían aferrar la pluma que "hacia los deberes" o quería jugar en los recreos.
La bufanda ascendía hasta tapar las orejas que, inflamadas y prácticamente congeladas, producían una molestia, un dolor por su insensibilidad total.
¿Dónde quedaron esos incómodos sabañones?.
Escuchar invierno es sentir "la piel de gallina", es tiritar de frío y tratar de "escapar" a las enfermedades. Y para que ese "escape" fuese mayor, que mejor, según Mamá, que espantarlo, alejarlo con una pastilla de alcanfor puesto en una artesanal bolsita blanca que nos colgaban del cuello y cuya penetrante fragancia hacía que las vías respiratorias estuviesen bien abiertas.
Con el alcanfor se solucionaba todo, hasta nos lo colgaron a mediados de la década de 1950, del siglo pasado!!!, para cuidarnos de la parálisis infantil que azotó implacablemente a la población cuando aún no existía vacuna alguna.
Aún no estaban para protegernos las que nos dieron los Doctores Salk y Sabin. Gracias queridos Doctores.
¿Dónde quedaron las pastillas de alcanfor?
Decir "Junio" era sinónimo de resfríos, de tos, de gripe, de todo eso que se depositase en nuestros cuerpecitos de niños y que con ventosas, las salvadoras ventosas que nos dejaban marcados círculos perfectos en nuestras espaldas, nos protegiesen.
Con una "antorchita" que se ponía dentro de esos vítreos elementos, se les producía un vacío y al aplicarlo en nuestras espaldas absorbían, "chupaban" nuestra espalda y, se decía, sacaba todo vestigio de enfermedad.
¿Dónde están las ventosas?
Sabañones, Alcanfor y Ventosas, "línea media" que anida en nuestros recuerdos en esa "selección" de enfermedades combatidas con esos remedios caseros "que supimos padecer".