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16 de Junio 2020
APRENDIZAJE Y REFLEXIÓN SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL
Recorrido histórico a las pandemias que azotaron a la humanidad y como afectaron a nuestro país
Compilado: Pedro Santis
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Compilado de extractos publicados en “Caras y Caretas” y en ciclo de conferencias y entrevistas Bajo el lema “Aprendamos del pasado: quedarnos en casa hoy, es construir un puente hacia el futuro”, del reconocido historiador Felipe Pigna.

Una de las primeras pandemias que se tiene registro –más allá de las referencias bíblicas– fue la llamada peste o plaga de Atenas, en el año 430 antes de Cristo. La enfermedad entró por el puerto de El Pireo y se expandió rápidamente en una ciudad que estaba superpoblada, concentrada e inmersa en la guerra del Peloponeso, enfrentando a su histórica rival, Esparta. Tucídides es el primer humano en narrar lo que le ocurre a una sociedad en medio de una emergencia como esta: “Jamás se vio en parte alguna azote semejante y víctimas tan numerosas; los médicos nada podían hacer, pues de principio desconocían la naturaleza de la enfermedad. Además, fueron los primeros en tener contacto con los pacientes y morían en primer lugar”. Murieron más de 15 mil personas, entre ellas, el jefe de la ciudad, el estratega Pericles.

La peste antonina también fue terrible. Murieron más de 5 millones de personas, era una época de más superstición que medicina, esta fue en el año 166 d. C.

De la que peste que más se habló  y la más terrible se dio en el siglo XIV  y fue la peste negra que se originó en Venecia. La peste bubónica, llamada así por las bubas o grandes ronchas que provocaba, asolará Europa en 1348. Esas erupciones eran pestilentes y de un color oscuro, por eso también se la conoció como la peste negra. Los médicos, con los rudimentarios conocimientos de entonces, tardaron un tiempo en detectar el vector que propagaba la pandemia, hasta que descubrieron que se trataba de las pulgas que parasitaban a las ratas, un animal más que habitual en los feudos, los nacientes burgos y ciudades. El fin de la peste trajo cambios profundos en la sociedad de la época. Puso en crisis tanto a la superstición como a las religiones dogmáticas, que se demostraron ineficaces para contribuir a terminar por sí solas con el flagelo. También quedó en evidencia la ineficacia y la peligrosidad del concepto de enclaustramiento promovido por el feudalismo y le dio un nuevo impulso al avance de la ciencia y el pensamiento.

Luego vendrán centenares de pandemias que afectarán a gran parte del mundo y a nuestro país, como el cólera en 1868 y la fiebre amarilla de 1871, que se cobró más de 14 mil vidas, la mayoría, seres humanos de los sectores populares, afrodescendientes, y la mitad, niños.
La fiebre amarilla, que afectó a todo el país y sobre todo a Buenos Aires, por ser ciudad portuaria. Mató al ocho por ciento de la población. Colapsaron los pocos hospitales que había y los cementerios como Recoleta. Se creó un nuevo cementerio, La Chacarita.
En esta emergencia, el Gobierno nacional, encabezado por el presidente Domingo F. Sarmiento y el vice Adolfo Alsina, huyó de la ciudad dejando a su suerte a los 180 mil habitantes de la “París del Plata”. La ciudad se dio su propio gobierno integrado por una comisión civil de médicos que enfrentó ese desastre como Roque Pérez y los doctores Francisco J. Muñiz y Adolfo Argerich, entre otros. Los tres nombrados morirían heroicamente socorriendo a las víctimas. El Estado “ausente” tuvo aquí uno de sus mejores ejemplos, pero no el último. La crisis que provocó la fiebre amarilla de 1871, que saturó el sistema por la gran cantidad de muertos, provocó importantes cambios en el orden de la arquitectura urbana como consecuencia de la puesta en escena del debate “en torno a qué hacer con las aguas corrientes, las cloacas, se empezaron a ser obras”. Además generó una fuerte conmoción, que se tradujo en un pedido firme a las autoridades de mejorar las condiciones de salud. Eso fue positivo. No quiere decir que las pestes sean necesarias, sino que, una vez dadas esas desgracias, pueden tener consecuencias positivas.

En 1918 la gripe española mató a 50 millones de personas. Fue tan grave porque fue en el contexto de la Primera Guerra Mundial. De española no tenía nada, nació en EE.UU., en una base militar de Kansas, y un contingente norteamericano la lleva a Francia y a Inglaterra, y se contagia toda Europa. La gripe encuentra los sistemas sanitarios colapsados por los heridos de la guerra. En octubre de 1918, llega a Argentina. Provoca 15 mil muertos en la zona centro-norte del país, entra por el puerto y se expande por el ferrocarril. La alarma fue importante, también se repensó el sistema sanitario. Se crearon hospitales en el norte, donde casi no había: Salta, Santiago del Estero, Jujuy.
En Argentina había cuarentena para todos los barcos que ingresan, cierres para espectáculos deportivos, restaurantes. El cierre duró entre tres y cuatro meses. Y la pandemia duró de octubre de 1918 a julio de 1919. En Europa provoca un replanteo de los modelos de salud, como el modelo de seguro social, que plantea en 1921 Gran Bretaña. 

En 1956, durante la dictadura cívico-militar de Pedro E. Aramburu e Isaac F. Rojas, se produjo un brote de poliomielitis o parálisis infantil. La “Libertadora” había eliminado el potente Ministerio de Salud creado por el gran sanitarista Ramón Carrillo en tiempos de Juan D. Perón y, coherente con esta indolencia, ignoró la pandemia y presionó inicialmente a los medios afines para que no difundieran los casos, que rápidamente llegaron a 6.500. Cuando la situación se tornó inocultable, el gobierno actuó tarde mientras la gente, desesperada, pintaba las paredes y los árboles con cal y les colgaba a los niños bolsitas con alcanfor. La vacuna descubierta por Jonas Salk resultó efectiva y llegó con relativa rapidez a nuestro país.

Sobre las similitudes de la actual pandemia del coronavirus y otras que han existido a lo largo de la historia, como la peste negra y la gripe española. "Lo primero es que no afecta a todo el mundo por igual, sino que tiene que ver con la ubicación en la escala social o las posibilidades de respetar el aislamiento de acuerdo a las condiciones de vida". Para hacer un análisis histórico de la pandemia que hoy nos afecta hacen falta tiempo y distancia, ya que “estamos en pleno desarrollo de esta pandemia como para compararla con otras en cuanto a sus alcances”.

"Hemos visto que los ríos se transparentan, que vuelven los animales. No estoy diciendo que haya sido producto del orden divino. Pero lo que se ve a partir de lo que pasó debería llamarnos a la reflexión en cuanto a otro trato con el Universo y con lo que nos rodea".

Acerca de la realidad actual y el mundo del trabajo, “los modos de trabajo ya están sufriendo cambios. Y lamentablemente se ven situaciones como el hipertrabajo o las rebajas de salarios que realmente asustan”.

La presente pandemia, inédita por su universalidad, pone en evidencia la crueldad de un sistema preexistente. La vergüenza ajena que día tras día nos dan personajes siniestros, como el “líder del mundo libre” Donald Trump o nuestro vecino el impresentable Jair Bolsonaro, que demuestran un profundo desprecio por sus congéneres, tiene su versión doméstica y a pequeña escala en quienes repugnantemente hostigan a profesionales de la salud y empleadas y empleados de supermercados. Afortunadamente, no son la mayoría y florecen las acciones solidarias, las compras y atenciones para la gente de la tercera edad, las voluntarias y voluntarios en tantos rubros esenciales. La peste y la crisis, que en este caso van de la mano, sacan lo peor de las sociedades.

Sobre el rol del Estado argentino y las medidas de Gobierno ante el Covid-19, el historiador remarcó que “el aislamiento no tiene que ver con algo egoísta o con cierto cercenamiento de derechos, es hoy por hoy la manera que tenemos de cuidarnos”.