La bola del boliche es un sol que brilla en este sábado a la noche, que será domingo, lunes, martes y durará hasta que se case y se divorcie Peringo. Las dos viejitas en aquel rincón no paran de bailar arriba del parlante. Pasa un grupo de chicas y chicos disfrazados de enfermeras y enfermeros. La quema del barbijo gigante ya empezó. Reparten Fernet en jeringas para que vuelques en los vasos de Coca que rezan el viejo eslogan: “Es sentir de verdad”. Están todas y todos. No falta nadie. La veo a mi hija y sus amigas, en su primer baile de boliche ahre emocionadas. Veo a todos los que quiero, moverse como en su vida lo hicieron. Veo desconocidos que apenas los rozo, nos sonreímos y nos hacemos contacto estrecho en un abrazo que no sólo es permitido sino obligatorio. Diviso al gordito, Mariano Núñez y toda su gente al mando de los 100 DJ´s de “La fiesta más grande del mundo”. Hay un videowall interminable donde se proyectan los nombres y apellidos de las víctimas del Covid, y cada una hora se detiene la música, se honra con un minuto de silencio y un aplauso realmente ensordecedor. Suena en vivo Divididos, Las Pelotas, Los redondos y hasta Tini. Los patovicas vigilan y controlan que nadie deje de saltar, bailar y abrazarse. Hay peloteros y toboganes, food trucks en los que venden hasta choripanes, baños químicos cada medio metro. En el escenario central hacen pasar de a uno, como en la final del Mundial, y va subiendo cada persona esencial a recibir su medalla dorada, y una ovación sin igual. La Bonaerense, la Metropolitana, la Federal, Gendarmería y la Policía Municipal dejaron sus armas al ingresar. Sólo en Argentina podíamos organizar la “fiesta más grande del mundo” que obviamente se hace en el Monumental. Todo transmitido en vivo por cadena nacional. Y allí está, el camarógrafo de TN a los besos con el de C5N. Al menos, este sábado a la noche, dejen que baile mi imaginación.