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2 de Mayo 2020
LA PANDEMIA EVIDENCIA INUSITADOS CANALES DE COMUNICACIÓN
Aplauda, aplauda. No deje de aplaudir
Escribe: Pedro Santis
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Escueto ha quedado el vaticinio irónico de Andy Warhol (máximo artista pop de los sesenta del siglo XX) que todos tendríamos nuestros 15 minutos de fama. Las redes sociales eliminaron cualquier límite temporal.
Asumimos y utilizamos las redes sociales como nuestro propio Medio de Comunicación Masivo Particular. Masivo porque nos permite llegar a muchas personas/allegados/contactos, más allá de las fronteras de nuestra vivienda o núcleo familiar. Particular, en el sentido de que decimos/emitimos/transmitimos hacia el mundo lo que pensamos.
Son nuestra tribuna desde la que, como oradores, nos dirigimos a un auditorio imaginario. Instagram, Facebook, Twitter, Tik Tok, Snapchat y el próximo que surgirá nos hacen dueños de un medio de comunicación, aunque sin empleados ni ingresos de dinero por publicidad (esto último, por lo menos para la mayoría que no son influenciadores de oficio u hobby).Su cualidad de medio de comunicación masiva, nos posiciona en el juego de la opinión pública.
El alcance o prestigio de nuestra opinión dependerá del poder de nuestra cuenta/canal pero sin dudas, con mayor o menor conciencia, incidimos, o ambicionamos hacerlo, sobre un tema en la gran conversación social.
La opinión pública urge de la interacción entre los individuos y su entorno social, por lo que concierne al espacio público. En esta línea cabe recordar que la idea del espacio público moderno, asoma en el período de la Ilustración (siglo XVIII y XIX) cuando las personas particulares, reunidas en los cafés y los clubes constituyen aquellas primeras “esferas públicas” burguesas para intercambiar sus experiencias y críticas; como polo opuesto al espacio del Estado. Se constituye para erigirse como una voz con peso propio frente a la voz hegemónica estatal. A partir del siglo XX la hegemonía estatal ya no será la mismay el espacio público se dirimirá entre grupos económicos, poderes políticos y, en alguna medida, la sociedad civil.
El suceso “Coronavirus” parece haber inaugurado un espacio público distinto al que estábamos acostumbrados. No me refiero a las normativas de permanencia y circulación demandadas para el distanciamiento social que buscan contener la propagación del virus; sino al espacio público en tanto lugar de enunciación.
El aislamiento social preventivo y obligatorio promovió un mayor protagonismo a nuestros balcones. Estos se transformaron en una especia de estrado para manifestaciones artísticas, recreativas y de opinión pública.Lo que hasta hace poco acontecía circunscripto a lo “privado” de la intimidad profesional, familiar o conyugal, se trasladó hacia un intercambio público de experiencias privadas.
Este muevo rasgo sobresaliente, posicionó a los balcones en un nuevo plano discursivo que los  habilitó a relatar una escenificación peculiar del espacio público. No significa que en el pasado no se los haya usado para expresarse a favor o en contra (cacerolazos, ruidazos), sino que lo distintivo radicaría en el balcón como nueva plataforma discursiva socialmente aceptada para contar: qué hacemos, qué nos gusta, qué opinamos o lo que nuestra creatividad habilite (disc jockey animando fiestas barriales desde su balcón, brindis balconeando, performance artísticas varias y todos los ingeniosos eventos que nos llegan por WhatsApp).
El espacio público es, virtualmente, toda la humanidad. No se delimita en las fronteras nacionales de cada “sociedad civil”. Estas sociedades civiles, se interrelacionan unas con otras, de modo que el espacio público no es solo el lugar de cada sociedad entre sí sino, quizás, de todas las sociedad entre sí. Es la universalidad del espacio público: similares situaciones dándose en nuestros balcones como también en los italianos, españoles y de distintas latitudes.
El renovado balcón potencióla primacía de lo simbólico y de valores colectivos en el marco de una ciudadanía distanciada. Este fenómeno de sociabilidad netamente urbano, reafirma lo excepcional de una situación de distanciamiento social pero con carácter positivo. Es aceptado, compartido y necesario para cuidarnos entre todos. Ésta reafirmación por la positiva del aislamiento brota imperiosamente para contrastarlo de anteriores situaciones de excepcionalidad como las que impusieron las dementes y caprichosas dictaduras que sufrimos. Nos aislamos porque nos queremos, no porque nos tememos.
Entre las nuevas manifestaciones balconeras, la expresión más difundida y de mayor participación resultó el aplauso hacia los profesionales de la salud, que diariamente ocurre a las nueve de la noche. Esta aclamación instaló en el espacio público el respeto y reconocimiento que subterráneamente se les suele atribuir a quienes se dedican a la salud pero que comúnmente no se vitorea, como si ocurre con deportistas, artistas y demás fauna del vasto universo de “famosos”.
El impulso y estruendo inicial hacia los profesionales de la salud, poco a poco va aminorando; interpelándonos a imaginar nuevas formas de validar el respaldo a los servicios de salud que están a la vanguardia de esta epopeya. Como también habría que hacerlo para con todos los que brindan su aporte solidario para ayudar al prójimo. Tanto las juventudes que acompañan y asisten a los mayores, como los espacios de contención alimentaria y social que llevan adelante distintas organizaciones sociales de forma heroica.
Entre las tantas nuevas realidades que traerá la pandemia, pareciera ser que nuestros balcones adquirirán un nuevo cometido  ¿Se transformarán en un nuevo actor en el juego de la opinión pública? ¿Será una nueva manifestación de la voz colectiva o un mero aplausómetro social? ¿Estaremos ante una nueva ágora donde debatir nuestra civilidad? Todos interrogantes válidos, aunque no suficientes.
¿Qué sucede luego del balconeo? ¿Cómo podemos reinventar nuestro rol como sociedad? ¿Cómo imaginar nuevas solidaridades que no se agoten al cruzar el umbral del balcón camino al sillón a continuar viendo una serie? Muchos interrogantes se abren ante la pandemia.
Como ya ha sucedido en otros momentos de la historia de la humanidad, estamos en un momento bisagra. Lo conocido no volverá a ser como era. El desafío está planteado. Cada pueblo, ciudad o barrio se adaptará según su realidad. No es lo mismo la situación en nuestro barrio de La Paternal como en algunas de las villas existentes en la Ciudad de Buenos Aires, por nombrar una de las más evidentes.
Ratifiquemos los elogios con aplausos. Aplauda, aplauda. No deje de aplaudir. Pero que no sea solo para enviar apoyo a la distancia, sino también como metáfora a seguir indagando nuevos lazos sociales que nos permitan unir al mundo ya no por una pandemia, sino por la dignidad para todos sin excepciones de ningún tipo.