14 de abril 2024
ENTREVISTA A MATÍAS SEGRETI
“Todos los hombres hemos habitado un mundo de hombres perversos”
Escribe: Dafne Strobino Niedermaier

 

 

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En su nueva novela, “El silencio es otra muerte”, Matías Segreti narra, desde la voz del padre, la historia de una joven asesinada. ¿Qué haría un hombre si un amigo mata a su hija? Las señales que se omiten, la invisibilización de las víctimas, el terror dentro de una casa, lo que se espera de un padre y una madre, una historia de violencias y un hombre que se encuentra con su propio infierno.

Matías Segreti es licenciado en Educación por la Universidad Nacional de Quilmes, es formador de docentes y coordina equipos de trabajo para la alfabetización de personas en situación de calle y trabajadores y trabajadoras sexuales. Publicó las novelas “Aunque a nadie ya le importe”, “El día que conseguí trabajo” y “Gauchito”. También, es autor del libro de relatos “Los Brutos”. Charlamos con Matías sobre su nueva novela “El silencio es otra muerte”.

¿Cómo llegaste a la historia de este libro?

Creo que la historia de este libro ya está escrita no es una historia que invento, es la historia de, en todo caso, lo que puedo pensar yo, lo que puedo contribuir es a la construcción del relato desde una óptica, desde la perspectiva del hombre y no desde un lugar de otra víctima en un proceso tan horroroso como es el de un femicidio. Pero sí es qué le pasa a un hombre cuando hay un asesinato tan brutal, un abuso y lo atraviesa de manera tan directa, cuáles son los sentimientos que afloran, cuáles son esos discursos, formas y procedimientos que muchas veces los hombres enunciamos para narrarnos a nosotros mismos, pero que cuando sucede, cuando acontece realmente el caso, ver si esto es posible hacer.

Estoy hablando de los hombres que se narran a sí mismo como justicieros de una violencia de un allegado. Los hombres, por lo general, tendemos a narrarnos a nosotros como las personas que venimos de alguna manera a proteger a nuestros seres queridos, es una narración histórica que tiene ver que con la construcción de nuestra identidad, no solo somos proveedores, sino también somos los que cuidamos. Cuando eso no sucede y nos toca en nuestra proximidad, no cuando es un hecho de otros, sino que nosotros mismos nos convertimos en el otro, si esa persona es muy próxima, cuando el rebaño al que cuidamos es violado, es agredido, tenemos que hacer algo, tenemos que reponer nuestra hombría, no en función de la víctima, en función de nosotros mismos, de los hombres, hay que reponer la hombría, porque nosotros somos los primeros afectados. Ese es el problema de la narración de la masculinidad y esta historia cuenta un poco de eso.

Si bien el tema central de la novela es el femicidio, la trama policial queda un poco de lado y la culpa y el duelo de ese padre están muy presentes, atraviesan todo el relato

Es atractiva la historia, hay ahí algo de una tensión que se juega para contar las cosas. La verdad que lo policial o traducirlo a lo policial siempre es convocante, ver cómo se va desarrollando la trama hasta que ver cómo se resuelve. Acá hay algo de eso porque uno ya va sabiendo quién puede ser el agresor, va saliendo incluso cuál puede ser el desenlace. Lo que me parece que es distinto, al género policial, es que en realidad la óptica trabaja también sobre la intimidad de este padre, su relación con su hija, los silencios, la relación con su pareja, los permisos que se dio, las violencias que ha padecido y que nunca fueron nombradas, su historia familiar. Todas esas cosas que son operaciones que se pueden circunscribir al mundo de lo biográfico, pero también al mundo de lo no dicho por parte de los hombres que en esta novela, en ese transcurso que luego va llegando hacia la locura y luego hacia el infierno, lo va diciendo de a poco lo va soltando. No están las listas de cosas que quisiera hacer con su hija, está el pedido de culpas que nunca llega.

¿Cómo fue la construcción de los personajes?, ¿te costó más alguno que otro?

Por lo general me cuesta siempre mucho más construir a las mujeres, me cuesta más porque en realidad trato de que los personajes tengan una densidad y que sean verosímiles. Con los hombres lo que me pasa es que me siento profundamente identificado, no solo con la posibilidad de construir buenas personas, sino también con los perversos, porque los conozco, porque habito o he habitado esos mundos. Todo hombre ha habitado un mundo de hombres perversos, todos en algún momento hemos conocido un perverso y hemos sido partícipes de discursos y de tramas y de festejos que alimentan esas reacciones, esas formas de odio, esas formas que van moldeando a un tipo de hombre y de humanidad en la que hoy se encuentra por lo menos en una pequeña tensión, en discursos que vienen a poner un freno, incluso de políticas públicas pensadas en eso. Me siento más identificado con esa construcción.

Los personajes femeninos me cuestan más, tengo que trabajarlas muchísimo más, por eso tampoco están tan desarrolladas. La madre de Julieta está más desarrollada que Julieta. Hay algo respecto a mi biografía que es que tengo una hija, cada vez que pensaba en eso, la asociaba y me decía “pará, pará”. Fue tema de gran parte de mi terapia, durante un gran tiempo de mi escritura estuvo vinculado a esto, a cómo escindirme de lo que le pasaba a este hombre y de lo que me pasa a mí como varón.

¿Trabajaste de igual manera con cada uno de tus libros? Son todos temas muy diferentes entre sí.

Creo que todos tienen un punto en común que tiene que ver con que los personajes proceden de los sectores populares, algunos pueden tener un poquito más de ascenso, pero siempre están tambaleando. Creo que son esos sujetos de los que somos parte, personas que pueden estudiar y otras que no, pero en este libro en particular lo trabajé con mucho más tiempo quizás que los otros, y lo fui dejando madurar, fueron capas que fueron madurando una encima de la otra.

También trabajé muy bien con mi editora, la verdad que la mirada de Sabrina Sosa fue una muy generosa y al mismo tiempo bastante, si se quiere, estricta en términos de su posición, tuve que negociar muchas cosas con ella para que el texto salga y me parece como un gran ejercicio de la escritura, el post escrito, de la edición justamente, el trabajo con ella fue excelente. Eso hizo que el libro fuera muy ágil.

Es un libro como para pensar las nuevas masculinidades también

No es un manifiesto, es una ficción. El objetivo no es pensar las nuevas masculinidades con este libro. Hay libros construidos alrededor de pensar eso, a mí me gusta contar historias, me gusta construir ficciones, y a veces esas ficciones dan cuenta de contextos, de coyunturas, creo que este en particular da cuenta de la construcción de los hombres, la forma que tienen de relacionarse entre ellos…

Como que las mujeres siempre estamos como por fuera de eso y hay veces que no entendemos cómo se relacionan los grupos de varones…

Totalmente, hay una escena que están los tres chabones en la playa charlando y todo es jaja, y ahí se alimenta lo que uno va perdiendo a medida que avanza la vejez. Está el macho proveedor, el macho protector y el macho reproductor. Ahí tenemos como tres grandes dimensiones de la construcción de la masculinidad. Fue pensado con ese sentido, como un libro y da cuenta de eso también, son personajes reales y verosímiles.

¿Estás escribiendo algo en este momento?

Hace bastante tiempo en realidad, incluso de manera paralela o anterior a “El silencio es otra muerte”, ya no me acuerdo. Son relatos cortos sobre una persona que camina, que anda caminando por la calle y se va encontrando con cosas todo el tiempo, como un flaneur criollo. Hablo de la ciudad, hablo del conurbano y son todos los personajes que van apareciendo en cada uno de nuestros barrios. Son textos muy cortitos, de una o dos carillas, no sé si tiene forma de libro, pero para mí es interesante para escribir y para leer, me produce mucho placer escribirlo, me divierto mucho con eso.