30 de abril 2024
EL TIEMPO DEL "NO APURO"
Nuestro barrio y los tranvías

Escribe: Lydia Schiuma

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Es imposible hablar del barrio sin hablar de los tranvías que lo recorrieron y formaron parte de la vida de sus habitantes durante más de 46 años.
Los tranvías circularon oficialmente en la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires desde el 27 de febrero de 1870, pero a nuestro barrio llegaron sólo en 1916 a pedido de la Sociedad de Fomento de Villa Mitre, que en ese momento estaba en Gavilán y Av. Gaona en la esquina donde hoy se encuentra la heladería y en la actualidad funciona en Gavilán entre Av. Juan B. Justo y Tres Arroyos.
La primera línea de tranvías que llegó al barrio iba hasta Gaona y Boyacá, dos años más tarde llegó hasta Gaona y Nazca y recién en 1923 (para lo que fue necesario la 2º Sociedad de Fomento de Villa Mitre en orden cronológico la que tenía la “Biblioteca Popular Ciencia y Labor”) se prolongó hasta Nazca y Agustín García llegando en años posteriores hasta la estación del Tren Villa del Parque.
El 84 comunicó así el barrio con dos líneas de trenes, con el subte “A”, con otras líneas de tranvías y con las sucursales de Correo de otros barrios (que con el servicio de la Caja de Ahorro Postal cumplía con algunas actividades bancarias, ya que tampoco había bancos en el barrio).
Eran los tiempos de la Primera Guerra Mundial, que produjo un parate en la inmigración europea hacia nuestro país y en que algunos europeos radicados en el país vendieron sus muchos o pocos bienes para pagar sus pasajes de regreso a sus patrias y así defenderlas en esa terrible contienda.
A pesar de esta situación la instalación de líneas de tranvía, produjo el aumento de la población barrial, creció el pedido de redes cloacales, alumbrado, abertura de calles y de creación de escuelas, como se comprueba al consultar los periódicos barriales de esa época.
Se agregaron después los tranvías de la línea 83, que unían la estación Villa del Parque del tren con el “Cementerio de Flores”, pasando por los Hospitales “Alvarez” y “Piñeiro” y la línea 44 unía Nueva Pompeya con Barrancas de Belgrano recorriendo por el barrio la Av. Donato Alvarez.
Los tranvías eran un medio de transporte económico, el boleto costaba $0,10 y la combinación con el subte o con otros tranvías que permitían cruzar prácticamente toda la ciudad costaba $0,15. Recordemos a este respecto la anécdota ocurrida un día en que un guarda se asomó al “salón del tranvía” y dijo: “La señora que viaja con combinación debe bajarse en la esquina” y se bajaron todas. Aclaremos que en esa época la combinación era una prenda interior imprescindible. En horas muy tempranas se cobraba el boleto obrero que costaba $0,05.
En la plataforma delantera se podía trasladar en forma muy económica algunas mercaderías y allí viajaban en forma gratuita los conscriptos y el personal policial uniformado.
Además de barato el tranvía resultaba cómodo, en su “salón” llevaba 44 pasajeros sentados en asientos amplios, el salón se comunicaba por medio de puertas corredizas que cerraban muy bien, con dos plataformas, en la de atrás, por lo que subía y en la que generalmente estaba el guarda vendiendo boletos y controlando que los pasajeros hayan terminado de subir y bajar (se descendía por la plataforma delantera) para mediante una campanilla que manejaba con un cordón darle al motorman (conductor) la orden de parar o partir, el motorman se hallaba, desde luego en la plataforma delantera. El “salón” tenía amplios lugares tanto delante como atrás para los pasajeros que viajaban parados y en cada uno de ellos había a cada lado una columna de donde sostenerse, los pasajeros apoyaban su espalda y podían leer el diario, aún de noche, por la excelente iluminación, así de pie, sólo había que tener habilidades para dar vuelta las hojas, si era un diario sábana como “La Nación” o “La Prensa” o “Crítica” de aquella época.
No sólo usaban los tranvías las personas que iban a trabajar, también subían algunos escolares y muchísimos estudiantes secundarios para los que el tranvía tenía múltiples usos: transportarse, estudiar si era necesario, socializarse con sus compañeros que realizan el mismo trayecto hacia el colegio, además de observar si las chicas o muchachos que subían en distintas paradas lo hacían, (recordemos que los colegios eran sólo de varones o sólo de señoritas) muchos romances nacieron en un tranvía y algunos llegaron a concretarse en matrimonios.
Los días de semana a las 6 de la tarde a fin de la década del ‘40 y principios de la del ‘50 volver al barrio era duro. Los hombres colgaban de los estribos a ambos lados y a veces viajaban sobre el techo. Cuando el tranvía paraba esos hombres bajaban de los estribos y hacían lugar para que las señoras y señoritas subiéramos a la plataforma de atrás y no viajáramos colgadas, volviendo luego ellos a colgarse para seguir el viaje.
Era tan difícil subir al tranvía, ya que con frecuencia ni paraba, que modificamos una rima de Gustavo A. Becker así:
“Volverán las oscuras golondrinas,
de tu balcón sus nidos a colgar,
más el 99 vacío por Córdoba,
eso sí que no volverá”.

Pero en otras horas, el espacio del tranvía y la gentileza de los guardas que ayudaban a las mamás con varios hijos lo hacían el medio de transporte público ideal para llevar a los chicos a control médico, a realizar alguna compra o algún paseo.
Los sábados por la tarde se viajaba con comodidad y por la noche… era otra cosa, la gente vestida con sus mejores ropas para ir al cine, al teatro o si iban a una fiesta importante como un casamiento se veían desde la vereda al paso del tranvía y se alcanzaba a distinguir a los señores con sus hermoso sombrero de ala ancha.
Si no recordamos mal fue durante el gobierno de Frondizi que se obligó a retirar a los tranvías, un medio de transporte que no contaminaba. Decían que cuando se decomponía quedaban todos parados en la vía y era cierto… pero ¿acaso no pasa lo mismo hoy con trenes y subtes?.
En cambio también se prohibió la circulación de trolebuses que no marchaban sobre vías, que no contaminaban y que si no sufría un desperfecto se quitaban su “trolly” del cable y los demás seguían pasando con normalidad.
En Villa Mitre el trolebús 34 recorría la Av. Juan B. Justo de Liniers a Palermo.
Es evidente que el verdadero motivo era otro y quedó secreto o para que lo averigüen las personas pensantes.
Pero ahí no terminaron las penurias del barrio y de los porteños al viajar, como si fuera poco al quitarnos cómodos y no contaminantes tranvías y trolebuses; las compañías de transporte inventaron otra forma de aumentar sus ganancias y los gobiernos de turno quitaron al guarda de los medios de transporte, debiendo ahora ocuparse “de todo” o de “lo que puede” el chofer transformando el viajar de un servicio público en una verdadera tortura.
La nostalgia por el tranvía y la descripción de la ciudad en la época en que era recorrido por ellos quedó plasmada en canciones como “El Ultimo Tranvía” de María Elena Walsh que dice:

“El último tranvía
que pasa por la vía
se va… se va… se va
y ya no volverá,
que lástima me da”.

Y en el maravilloso tango:

“Tiempo de tranvías” (1979)
Tiempo de tranvías tropezando el empedrado. Patios que se abren a la luna y al parral. Mágicos zaguanes con temblor de besos largos. Penas de ginebra que tanguean en el bar.

Vuelven esos ecos de las mesas de escolase. Noches con la barra en la esquina fraternal. Sábado y milonga que promete el club del barrio y el domingo lleno de ese fútbol sin igual.

Tiempo de tranvías, lo que allá se desbarrancaron. De los carnavales que fueron de otra ciudad. Te vieron mis ojos pibes, encendidos y asombrados.  Te canta mi tango nuevo, con ganas de recordar.

Tiempo lindo de tranvías, que fueron de otra ciudad...

Fueye de Pichuco cuando el Gordo era muchacho. El violín de Gobbi y la orquesta de Caló. Barras milongueras de Pugliese en cada barrio. Tangos del '40 que canté con otra voz.

Era mi Corrientes colmenar de tango vivo. Era cada ochava la promesa de un cantor. Tiempo de tranvías, de las calles con silbidos. Sé que ya el olvido no podrá jamás con vos.

Letra de Héctor Negro, música de Raúl Garello. Lo grabó la orquesta de Osvaldo Pugliese, con el cantor Abel Córdoba, el 1° de julio de 1981.