Calma amigos, calma...
No estamos hablando de un convulsionado presente.
Viajamos en el tiempo y emergiendo en nuestra lejana-cercana infancia-adolescencia-juventud también esas palabras despertaban en nosotros alerta, incertidumbre, desprecio.
Y cómo no iba a serlo si "ese referí que nos robó el partido" era pasible de ese descalificador calificativo de "ladrón".
Era el hincha, fuese la edad que tuviera, que se sentía defraudado al ver la injusticia que se cometía con el club de sus amores.
"No viste ese "orsai" más grande que una casa, ¡Bomberooo, chorrooo, ladrón..."
Era la ley del más fuerte, esa "ley" que también caía en el jugador de nuestro equipo que jugando displicentemente, con jugadas dudosas o cometiendo faltas graves en el área, ponían en duda su "ganas" de defender los colores.
¡Vendido!, ¡Fuiste para atrás!, ¿Cuánto te dieron...?
Indignación y desprecio para ese corrupto que defraudando la confianza depositada en él, en su habilidad deportiva, en su entereza ética, faltaba a la confianza del hincha.
Apretujones entre acusadores y defensores del susodicho, muchas veces hacían que se produjesen avalanchas que podían terminar en contusiones leves hasta una grave terminación con alguna que otra fractura.
¡Cedió el paravalanchas!
¡Que paravalanchas si no había nada!
Es una cancha muy insegura, no vengo más!
Robo, corrupción, inseguridad, palabras, hechos; deshechos éticos que vienen desde siempre, ¡desde antes del Día del Arquero!