La cocinera Jazmín Marturet, de 38 años, es madre de Juana y tiene a Toto, su perro, que es un integrante más del staff. Abrió su restaurante en donde funcionó la antigua panadería “Santa Inés” de La Paternal (Avalos 360). Conocimos este increíble lugar justo en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, charlamos con Jazmín que es una emprendedora y nos contó todo acerca de su pasión.
¿Cómo llegaste a este lugar?
En Martínez, a una cuadra del Hipódromo, había alquilado un lugar para trabajar. Yo hacía cocina de producción para eventos (catering). Este espacio era un stud de caballos medio abandonado, pasaban los caballos a la mañana, era enorme, lo arreglé todo e hicimos un coworking (espacio de trabajo) con distintos cocineros, panaderos, gente que hacía cerveza y yo tenía mi cocina. Después armé un restaurante ahí, pero no lo pude habilitar, fue imposible. Empecé a buscar otro espacio y nunca pensé que iba a terminar en Capital, yo vivía en Villa Adelina. Fui a ver un montón de lugares, todo era horrible, no tenían alma. Encontré este local por una de esas páginas de compra, venta y alquiler de inmuebles. Vine un día de lluvia, me acuerdo. Entré y me enamoré, era imposible no hacerlo.
Estaba cerrado hacía 10 años, pero el azulejado estaba bien, estaba todo el mobiliario de la panadería: canastos, máquinas de trabajo (como la batidora y sobadora), palas de madera, balanzas, el horno de 10 por 10 metros. Estuvimos siete meses en obra, tuvimos que arreglar los techos. Mi viejo es artista y se da maña con todo y muchas cosas las hicimos nosotros como pintura, carpintería, herrería, decoración y arreglos chiquitos. Estuvo muy bueno.
El lugar estaba destinado para nosotros. Nos la re jugamos y arrancamos, estamos muy contentos.
¿Cuándo abrieron?
Abrimos en abril de 2019. Pero con una modalidad diferente, porque era a puertas cerradas, tres veces por semana, dos noches: jueves y viernes a la noche y domingo al mediodía. Lo que usábamos de salón era la cuadra, donde está el horno de la panadería y el jardín.
¿Por qué se llama MN Santa Inés?
MN es porque el lugar que tenía en Martínez se llamaba Mercado Negro, y este era Santa Inés. Cuando llegué acá dudé del nombre Santa Inés, me parecía pacato, no tenía nada que ver conmigo, pero mi mamá se llama Inés y en la otra cuadra está la Parroquia Santa Inés y mi abuela me dijo: “Santa Inés re pega, es clásico, va para todo público, la gente grande lo va a entender, la gente joven los va a ver a ustedes y también lo va a entender. Además, al barco no se le cambia el nombre”. Y así quedó MN Santa Inés.
¿Cómo los trató la pandemia?
Estábamos bien, asentados, llenábamos los turnos, teníamos el personal, sabíamos qué menú ofrecer y fue ese día que habló Alberto (Fernández) y tuvimos que cerrar. Mi viejo se quedó acá porque él vivía en Escobar y no había forma de moverse. Cuando volví al día 17, más o menos, me lo encontré todo barbudo, en La Isla literalmente.
El tema es que al principio de la cuarentena el barrio no nos conocía porque nosotros trabajábamos a puertas cerradas, pero la surfeamos bien a la pandemia. Hicimos platos de restaurante congelados como ravioles, lasañas, currys, pan. Armamos una carta, la pasábamos por wapp a los vecinos del barrio, nos empezaron a pedir, se armó el boca a boca y se movió un montón. El reparto lo hacíamos nosotros dos veces por semana.
Como comprábamos a mayoristas, les avisábamos a los vecinos por wapp que era lo que teníamos como quesos, aceite de oliva, y si querían algo se lo mandábamos junto al pedido de congelados que nos habían hecho. Funcionó muy bien, especialmente entre la gente grande. También hicimos viandas de almuerzo para empresas con comidas más convencionales como pollo al horno. Eso lo seguimos haciendo.
También cocinamos mucho para gente en situación de calle con distintas organizaciones, en un momento llegamos a hacer 300 comidas por día, un montón. Salió bien. Trabajamos con La Carbonilla, Repartija Popular, Acción PSC. También vino gente del centro, ellos tenían donaciones, pero lo que pasaba era que las cocineras de los comedores eran mujeres grandes que no podían trasladarse, tenían la comida pero no tenían quien la cocine.
¿Cuánta gente trabaja en MN Santa Inés?
Agustina Roveta y yo somos socias, fuimos juntas al secundario y somos mejores amigas; Pablo, mi papá; Luis “Lalo” López que es cocinero y está desde el principio; Fredy que entró hace seis meses; Mati que vive enfrente; y Daniela que es cajera y hace servicio. Trabajamos con dos francos y tratamos de trabajar solo al mediodía y no a la noche.
¿Qué relación tienen con el medio ambiente?
Nosotros no tenemos gaseosas, no trabajamos con ninguna marca de afuera. Tenemos soda, agua de dispenser que llenamos en botellas para cuidar el medio ambiente. Eso de andar tirando botellitas me ponía loca, acá reciclamos todo.
Con el tema del takeaway durante la cuarentena, les pedía a los clientes que junten las bandejitas de plástico y aluminio lavadas y las llevábamos a un centro de reciclaje, pero en un momento era tanto que no dábamos abasto. Con el tiempo logré que muchos traigan el tupper.
Además, tenemos una huerta en el fondo, hay hierbas aromáticas como taco de reina, menta, tomillo, romero; flores, un limonero y es todo orgánico. Cuando llegamos limpiamos la tierra, trajimos tierra nueva, nivelamos el jardín y pusimos plantas nuevas.
¿Cuál es el menú?
Es delirio nuestro, todo culpa del Covid. Fue idea de mi papá, que me propuso hacer los ravioles en la vidriera, a la vista de los vecinos en lugar de hacerlos en la cocina. Estiraba la pasta para los fideos y ravioles, poníamos música y saludábamos a los vecinos que pasaban. Entonces empezamos a hacer una sopa y una pasta todos los días diferentes para el barrio.
Cuando se fue extendiendo el menú no daba para cambiarlo todos los días, pero sí de semana a semana, entonces estuvimos mucho tiempo con un menú chiquitito que iba de lunes a lunes. Estábamos de lunes a viernes, sólo takeaway. En las redes del barrio publicábamos todos los lunes el menú de la semana y la gente lo pasaba a buscar.
Cuando se pudo poner las mesas en la vereda, al principio seguíamos con los descartables y todavía no podíamos ofrecer bebida ni café.
Por muchos meses el menú cambiaba todas las semanas, y ahora cambiamos con la luna: cada cuarto creciente o menguante el 50% del menú cambia. Y en luna llena y luna nueva hacemos platos especiales. Eso nos ayuda a estar más ordenados, poder planificar mejor las compras. Trabajamos con fruta y verdura de estación.
A mí me gusta mucho hacer pastas, sopas y platos de olla. Lalo es venezolano y le encanta la cocina asiática, estudia un montón y es súper creativo. Yo viajé mucho, y entre los dos buscamos ingredientes, leemos libros, miramos cosas en Internet y hacemos.
Me gusta que la gente pueda salir a comer, prefiero que vengan todos los días a que lo puedan hacer solo una vez al mes, que puedan probar los cambios de los platos y que lo disfrutemos todos juntos. La gente que viene confía en nosotros y come.
Trabajan muy en equipo, ¿no?
El menú lo pensamos entre todo el equipo de cocina, nos juntamos y decidimos qué queremos comer, qué queremos cocinar o con qué queremos experimentar, conseguimos los ingredientes de donde sea que haya que conseguirlos y nos la jugamos. Es un trabajo muy comunitario.
Todos los que trabajamos acá queremos estar acá, eso es súper importante para ser creativo. La cocina no es un trabajo, es una pasión. Llega el momento en que te duelen las piernas, la cintura, por estar parado tanto tiempo, que no podés más, pero me encanta ver a la gente que come y disfruta lo que cocinamos.
¿Cuál es el horario de apertura?
Va cambiando, ahora el horario de verano es de domingos a jueves al mediodía. Los domingos es con reserva porque viene mucha gente entonces hacemos dos turnos, es más familiar, gente que viene de paseo. De lunes a jueves es al mediodía, de 12.30 a 15hs. Los viernes abrimos a la noche con reserva en dos turnos. Cuando empiece el frío veremos que hacemos.
Hay veces que nos quedamos sin comida, pero no lo vemos como un error, sino como un logro, porque todo lo que preparamos ese día lo vendimos, no hay desperdicios, la comida es del día.
En la vidriera exponen arte
Sí, tenemos muestras de arte itinerante que rotan cada 15 ó 20 días. Ahora está exponiendo Alejo Arcuschin. Para las inauguraciones hacemos una especie de vernissage, un encuentro en la vereda donde el artista dialoga con la gente, siempre a la tarde donde se toma algo. En este barrio hay muchos talleres de artistas, se hace La Gran Paternal, nosotros hemos participado en algunas ediciones. Hay una linda movida barrial.
MN Santa Inés queda en Avalos 360, entre Av. Elcano y Paz Soldán.
Reservas: Wapp: 11-5848-6888 / Instagram: @mnsantaines