En el mes de marzo de cada año era común ver como algún lunes era como si se abriesen las puertas de una hipotética jaula y volasen al unísono por las calles del barrio blancas palomitas cuyo destino eran las Escuelas.
Todas eran públicas, todas eran gratuitas, todas eran laicas, todas eran obligatorias para la enseñanza primaria.
Era la ley 1.420 que igualaba a todos los niños y en esa igualación era visible el obligatorio guardapolvo blanco que sólo se diferenciaba porque alguno estaría más almidonado que el otro, que podría tener "tablas" y otros lisos, pero todos eran albos y estaban por encima de la ropa más o menos costosa que podrían tener algún "palomo".
Hoy es diferente, la escuela también es privada y cada una con su uniforme diferencia a los educandos.
Hoy los niños cargan sobre sus espaldas mochilas contenedoras de todo el material didáctico y en los casos en que estos se hacen más voluminosos, ya las mochilas se montan sobre carritos de ruedas.
Nuevo paisaje en nuestras calles, nuevos modelos que reemplazaron a nuestras "valijas", a nuestros "portafolios", a nuestras "carteras", todas de cuero, todas con cierre, todas pesadas para nuestros frágiles cuerpos.
Todo cambia, la vida cambia y esos guardapolvos blancos se ponían sobre nuestra vestimenta en la que siempre teníamos pantaloncitos cortos porque ponerse "los largos" era un momento muy importante en la vida de esos niños que seguramente en toda la escuela primaria, siete años, llevaban puestos "los cortos", esos cortos que muchas veces también "ingresaban" a la escuela secundaria, por lo menos en el primer año.
Hoy casi no existen "los cortos", hoy casi hicimos se achique la niñez pues los hermosos y recordados juegos callejeros de la mancha, la rayuela, la escondida con su "punto y coma, el que no se escondió se embroma" o ese "piedra libre para todos mis compañeros", el "pido gancho el que no viene es un chancho", el oficio mudo, las estatuas, las bolitas, el balero, el yo-yo, nada quedó de eso.
Hoy no se ven las "barra de la esquina" en la que siempre nacía un "picado" o un "desafío" contra "el otro Barrio", el que muchas veces era la esquina de la otra cuadra, era "barrios de cuatro esquinas".
La play station superó toda la imaginación y la electrónica se impuso a la hermosa fantasía que afloraba de nuestras mentes.
Blancas palomitas tan añoradas que casi siempre comenzaban su "vuelo" a los seis años de edad pues ni era obligatorio el preescolar, ni casi existían los jardines de infantes. Es por eso que "el primer día de clases" en ese querido y recordado "Primero Inferior" (porque el siguiente era "el Primero Superior"), muchas veces venía con el llanto de esos nuevos estudiantes no acostumbrados a dejar a sus padres, a su hogar y quedarse con esa "nueva familia" con la nueva "Señorita", pues para Primero Inferior era lo más común que fuese la calidez de una Maestra, así con mayúsculas la escribo porque así la siento, era ella quien nos recibía y nos contenía.
En vos, mi querida "Señorita Sara", el saludo, cariño y amor de todas esas "palomitas blancas" por sus Maestros que enseñaban a honrar a la Escuela y respetar al prójimo.