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2 de Abril 2020
1982 - 2 DE ABRIL - 2020
“Por los hombres que no volvieron y están en nuestros corazones”
Escribe: Carlos Medina Matevé
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Años después de ese 2 de abril de 1982 se recuerda con dolor, pena y hasta furia una derrota. Más que territorial, del corazón y de nuestra identidad como argentinos. Ese día, a pesar de discursos en la memoria de los caídos, no pude obviar el recuerdo de mi familia, lejos del conflicto, pero partícipe como pueblo. Algunos decían que no valía la pena pelear, porque los contrarios eran más en cantidad y poseían un ornamento superior al nacional. Otros, daban con el ideal de pelear ante todo conflicto y defender a raja tabla lo más preciado que Dios había otorgado. Nuestras tierras. ¡Cuánto idealismo junto a los que creían en la victoria! En esa victoria que no medía parámetros y el cuerpo era el escudo y el mismo arma…
Cabe acotar la importancia de la palabra de los combatientes es suma potencia en la reconstrucción de la historia, pero un hecho inevitable es el irrecuperable estado que  ellos soportan. Finalizó hace años la guerra pero la batalla psicológica que pelean aún tiene vigencia. El doctor en Psicología Alberto Hugo Dupén afirma que muchos sobrevivientes del conflicto bélico del Atlántico Sur vuelven a vivir la guerra cada día de sus vidas, desde hace 32 años. Por lo cual es de esperar que muchos de estos ex combatientes “retornen” a Malvinas cada mañana, y antes de apoyar la cabeza en la almohada recuerden la última vez que vieron a sus compañeros morir en honor de su tierra. Tontos aquellos que creen que el resarcimiento económico sana las heridas de la mente y el corazón.
No olvidemos la constante culpa que deben sentir esos hombres que le pusieron el pecho a su país y no lograron el cometido. No olvidemos el eterno pedido de sus familiares para visitar a la valentía perpetuada en tierra Británica, nuestros hombres. Los que nos representaron a todos.
Parece increíble que a pocos kilómetros de casa se encuentre, como perdido en el tiempo, una colonia inglesa por causa de un conflicto de soberanía aún no resuelto, parece estar excluido de toda realidad.
“Hoy la primera sangre argentina ha regado generosamente el suelo de nuestra patria, hoy ha caído el primer soldado argentino”… Esto, aproximadamente leía al aire el locutor en aquel 1982, luego de la incursión de las tropas en su intención de reconquistar las Islas Malvinas; parado en el patio de la casa, acuse aquel puñetazo que me volvió a la realidad, una realidad que poco tenía que ver con el mensaje radial de quien parecía relatar una película de guerra, esas en las que los buenos siempre ganan.
Por 19 años en nombre de aquel soldadito desconocido golpeaba, llamaba, aparecía, se desvanecía pero, siempre volvía a aparecer; su apellido “Almonacid” quedó allí en mi oído, sonando, bullendo, como la marea que va y que viene, ola espuma y roca en su constante labor.
En el 2001 llegué a retiro, a ese lugar en donde el monumento a los caídos, para saber si aquel nombre que siempre estuvo presente había sido bien oído y allí estaba “Mario Almonacid”. Un recordatorio agradecido y doloroso para todos aquellos que tuvieron que pelear bajo una bandera, incluyendo ¿Por qué no? A los enemigos ingleses también.
Porque como dijo alguien en una película: “La guerra es el único espectáculo en el que los pobres están en primera fila”.