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19 de Abril 2020
¿POR QUÉ REIVINDICAR LA RESISTENCIA?
19 de abril: Día de la Convivencia en la Diversidad Cultural y del Aborigen Americano
Escribe: Mayra Shalom
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El 19 de abril se conmemora el Día de la Convivencia en la Diversidad Cultural, en recuerdo del levantamiento del Ghetto de Varsovia en 1943 y en homenaje a las víctimas del holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, y el Día del Aborigen Americano, para reivindicar las luchas y padecimientos de los pueblos  originarios.
Argentina conmemora el Día de la Convivencia en la Diversidad Cultural desde el año 2000. Así lo determinó una resolución del Consejo Federal de Cultura y Educación; de este modo, la propuesta del Ministerio de Educación de la Nación fue incorporada al calendario educativo.
A su vez, el 19 de abril de 1940 fue instituido ese día como el Día Americano del Aborigen Americano. Cinco años después, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, esa fecha se reconoció en el territorio argentino.
La introducción de una carta enviada por el Ministerio de Educación de la Nación a las distintas instituciones escolares de nuestro país señala: “El 19 de abril se conmemoran dos hechos lejanos geográficamente entre sí, pero cercanos en significación: en 1940 se realizó en México el primer Congreso Indigenista Interamericano, que instauró el Día americano del indígena para reivindicar las luchas y sufrimientos de los pueblos originarios de América; tres años más tarde, un grupo de jóvenes judíos oprimidos por el régimen nazi inició el levantamiento del Ghetto de Varsovia, una gesta que se convirtió en símbolo de defensa de la dignidad humana y la libertad, y de resistencia contra la opresión y la intolerancia”
Pero, ¿Por qué reivindicar la resistencia? ¿Por qué resistir es un valor, cuando las fuerzas son visiblemente asimétricas y la derrota una certeza? ¿Por qué no se da una derrota asumida, sensata, racional?
Si uno se pone psicoanalítico, puede pensar en la pulsión de vida, en la libido, una profunda energía vital que emerge en el mejor de los casos, de todo ser humano.
Como dice Almafuerte en su poema tan conocido, Piu Avanti, “No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido.”

Resistir puede tener miles de formas y sentidos  ajustadas a cada quién. Resistir es hacer un tratamiento de fertilidad por diez años, o anotarse para adoptar por unos cuantos años mas,… es buscar enamorarse de nuevo después de que se te rompió el corazón, es mandar una carta por correo postal, empezar a estudiar de grande, o terminar el colegio, es teñirse el pelo y usar cremas antiage, o no usarlas para nada y que e tiempo traiga lo que tenga que traer. Hacer una torta casera, vestirse de cualquier manera… cortarse el pelo cortito. Hay formas de resistencia más simples, y otras más complejas, más serias, más comprometidas o arriesgadas. Pero también esto es dinámico, lo simple y solitario puede esconder una enorme complejidad, todo un paradigma de vida, toda una decisión política. No encender la tele en la cena familiar. No dar un celular a un nene de dos años para que juegue cuando hay visitas, esperas, aburrimiento, o no hay nada para hacer. Creer en su capacidad creativa, en su derecho a ser demandante solo por ser niño, a encontrarse por sí mismo algo para hacer, o a pedir ayuda. Proponerle ser sujeto activo de su vida y no un ser pasivo de la tecnología, acallándolo, con la falsa creencia de que saber usar un dispositivo electrónico lo hace más inteligente. Resistir como padres y decidir como criar, sin seguir a la masa, más convicción, menos inercia.
Hay resistencias individuales y colectivas, que de fondo encierran todas la misma voluntad de vivir, en lugar de sobrevivir. Hay resistencias más inconvenientes y menos efectivas, como estar sumido en la pobreza y salir a robar. Esa también es una forma desprolija, nada deseable, incomodísima para todos, de resistir. Una forma que se juzga y se condena, pero no se puede negar, que es un intento de algo. Vender en el tren o pedir dinero. Poner una manta, ser mantero. Puede que prefieran ser maestros, doctores, telefonistas, vendedores en un local, carpinteros o cualquier otra cosa, pero entre las opciones no posibles, una opción.
No vale tomar una única historia en un millón en que el más pobre se hizo doctor a fuerza de voluntad, o se hizo rico haciendo una huerta o vendiendo rosas.
Las luchas colectivas, los cortes de ruta, los piquetes, las miles de manifestaciones, ¿no son los levantamientos de este siglo?
Sin defenderse de las invasiones europeas a América o de los nazis en Varsovia, ¿levantarse ante el poder dominante que deja sin trabajo y sin comida, mientras se enriquece alevosamente, no es acaso resistir?
Resistir a la pobreza, a la desocupación, a la indignidad, al olvido.
Rezar es resistir, de alguna manera medio extraña. Pintar, escribir, jugar, amar.
Cabe pensar, cada uno, por qué valora y reivindica algunas formas de resistencia, pintorescas, que no incomodan a nadie, que quedan bien; y juzga o condena otras modalidades  más inquietantes pero más pertinentes… o las valora solo a la distancia en tiempo y espacio.
Tener esperanza y resistir no es lo mismo, pero en algo se parecen. Una más activa que la otra, una como deseo o anhelo, y la otra como acción y práctica concreta. Pero seguro que se encuentran en algún punto y se dan ánimos mutuamente.
Dice Julio Cortazar en Rayuela, "Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose."