49 años se cumplieron del día que la Junta Militar integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti derrocara a la presidenta María Estela Martínez de Perón para cooptar el poder. Aquel 24 de marzo de 1976 inició formalmente una etapa de siete años de terrorismo de Estado en nuestro país. Período que había tenido como antecedentes prácticos directos el fusilamiento de militantes revolucionarios el 22 de agosto de 1972 en Trelew, por parte de la dictadura de Lanusse; y tiempo después en el accionar de las bandas fascistas de la Triple A, organizadas por José López Rega durante el último gobierno del general Perón y posterior mandato de su esposa Isabel.
Hace 49 años, ya Rodolfo Walsh decía en su carta que en "la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada". Después de 1983 para acá, si bien los crímenes han cambiado en modalidad (y en color de uniforme), no ha habido un camino que revierta la miseria planificada que nos han legado. Al contrario la pobreza y la desigualdad se acrecentaron. Y de forma también dramática se acrecentó la carga de las deudas a las espaldas de los más pobres.
La impunidad sobre los responsables políticos, económicos, materiales e ideológicos continúa. Por lo que no sería descabellado afirmar que las políticas instauradas y diseñadas en aquel entonces en pos de imponer una sociedad exclusiva, se hayan transvertido con ropajes democráticos pero perpetrando los mismos resultados: exclusión, hambre, falta de oportunidades, deslegitimación de la vida política, hegemonía de grupos minoritarios y miseria generalizada.
En conclusión, y retomando las palabras del premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: el juicio y castigo a los responsables del genocidio debe estar acompañado por la denuncia de todas las formas de opresión. Como la deuda externa que viola los derechos humanos, y que el Gobierno continúa pagando con el hambre del pueblo hasta el presente. Es imprescindible privilegiar la deuda interna con nuestros compatriotas, por sobre la deuda externa.