Llegar a marzo en nuestra infancia era saber que se habían acabado las vacaciones escolares, que dejábamos la libertad de poder jugar un "picado" a toda hora, de concertar un "desafío" con los del otro barrio, que posiblemente fuesen los de la otra esquina, que el madrugón diario para quienes concurríamos al Turno Mañana era un hecho.
Las calles se poblaban de "blancas palomitas", ese otro "invento argentino", junto al dulce de leche, la birome y el colectivo, pues hace algo más de un siglo, a partir de 1919, se trato el uso para alumnos y docentes del guardapolvo blanco en las escuelas.
La discusión, el tratamiento data de unos años antes pero fue en ese 1° de noviembre de 1919 que se oficializó aunque fue en 1942 que se convirtió en obligatorio su uso.
La élite dirigente pensó la educación como una puerta de entrada al progreso.
En 1884 se sancionó la ley 1420 que establecía la educación primaria obligatoria, gratuita y laica, siendo así como el Estado Nacional se convertiría en el principal educador.
La escuela formaría a los futuros ciudadanos a través de la alfabetización, el fortalecimiento de la identidad nacional y el disciplinamiento moral.
En un contexto de inmigración masiva los niños serían los agentes "civilizadores" de cada familia.
Así, en ese contexto fuimos uniformados con blancos guardapolvos igualitarios y formados por esos queridos Maestros que en ese segundo hogar que fue la escuela pública nos convirtieron en personas de bien.
El paso de los años fue haciendo su "aporte" y en 1959 el debate de educación laica o libre cambió para siempre y ya no fueron sólo las "blancas palomitas" que invadían las calles.
Fue en 1966 que un programa televisivo, "Jacinta Pichimahuida, la Maestra que no se olvida", que iba a hacer popular la expresión "Palomitas Blancas".