Marzo era el mes del comienzo de clases.
Marzo era el momento en que las calles se "inundaban" de blancas PALOMITAS pues ese era el color del guardapolvo que todos lucíamos y que nos igualaba socialmente.
Podía haberlos con tablones o lisos, almidonados o no, pero su blancura era el denominador común que hacía desaparecer las diferencias de vestuario de los alumnos que quedaban allí debajo, a la sombra de su blancura.
Se dice que la idea original fue de Don Domingo Faustino Sarmiento, "el padre del aula", pero fue la Maestra Matilde Filgueiras la que en 1915 recomendó su uso que tomó forma el 1° de noviembre de 1919 cuando se aprobó, pero recién en 1942 se hizo obligatorio su uso.
Largo tiempo, demasiado para que esas diferencias quedasen bajo el blanco manto del guardapolvo niveo y puro como esos niños.
Fue el lunes 16 de marzo de 1945 que crucé el umbral de mi querida escuelita, "la de Jonte", que me recibió para dejar inaugurada en mi la "buena costumbre" de ser amigo de los libros y por y con ellos, ser buen alumno, fiel compañero, leal ser humano.
Ese día nuestros Maestros nos esperaban para acompañarnos a esas aulas que serían la extensión de nuestros hogares.
Más a fuerza de no caer en injustos olvidos, también recordemos a ese ser que diariamente, con una sonrisa dibujada en sus labios, nos recibía en el portal de ese Templo, nuestro amigo, y a veces compinche, "el Portero".
Vaya nuestro homenaje a ellos recordando los nombres de Don Luis, Don Juan y Don Agustín en la escuela primaria y de Don Gallardo en el Hipólito Vieytes.
Hoy aquellas blancas palomitas llevaron su blancura a sus canas cabelleras que, con la misma emoción de entonces, recordamos ese ayer de pantalones cortos.