El día de la mujer. No hay un día de la mujer. Hay una fecha que recuerda la fatídica tarde de marzo pero de 1908 en Nueva York, Estados Unidos. Un grupo de obreras textiles promovieron una huelga para manifestar las nefastas condiciones a las que se encontraban sometidas en la fábrica algodonera: nada muy alejado de lo que hoy sucede en el mundo con la supremacía del hombre y las diferencias de género. Se reclamaba igualdad salarial, disminución de la jornada laboral y tiempo para amamantar a sus pequeños. El precio de la lucha fue un saldo de más de cien mujeres incineradas en la fábrica Sirtwoot Cotton atribuido al mismísmo dueño de la empresa.
Dos años después, en la Conferencia Internacional de mujeres trabajadoras celebrada en Dinamarca, se aprobó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Después de aquella fecha, y tal vez visto como una deuda pendiente de la sociedad con las mujeres, la situación ha mejorado pero aún queda mucho por resolver.
Por suerte, o mejor dicho, gracias a la resistencia y lucha de muchas y muchos cada vez se oye menos frases con ánimos denigrantes del tipo "anda a lavar los platos". Esto no se debe al hecho de que lavarlos haya mutado en una actividad que engrandezca el alma o se haya vuelto muy redituable. Los platos, como los objetos en general, no son culpables de las barbaridades que el ser humano hace con su mundo o con sus semejantes culturales y/o animales.
Desde finales del siglo XX, la función de la mujer se reivindicó política, social, laboral y culturalmente como no se experimentó en muchas centurias. El recurso metafórico de remitirse a la condición femenina por medio de los trabajos supuestamente "despreciables" del quehacer doméstico viene menguando de la mano del avance de los derechos que la mujer ha conquistado de un tiempo a esta parte. No obstante, y más allá de estos avances alcanzados, aún existen grandes desafíos por delante para ampliar más los umbrales de la igualdad de género.
Un paso alentador y relevante fue el descenso, en los días previos a la fecha que se identifica como el Día de la Mujer, de mensajes publicitarios alusivos. Siendo que aquellos entes públicos o empresas privadas que quisieron conmemorarlo, emitieron mensajes desinfectados de los tópicos estigmatizantes como las rosas o apelaciones a la femineidad sustentada en la ropa, maquillaje o cuestiones similares.
Claro está que son muchos (y muchas también, vale agregar) los que aún no han entendido lo que implica la igualdad de género en todos sus aspectos, y por sobre todo desde el punto de vista cultural.
Todos debemos sentirnos comprometidos para evitar, enérgicamente, las prácticas y normas en las comunidades que perpetúen la subordinación femenina. Lo cual no significa sólo establecer simplemente el principio de igualdad. Esto por sí solo resulta insuficiente. La efectiva implementación de las normas de derechos humanos requiere medidas que transformen el texto de la legislación en acciones de la vida real.
Vale reflexionar: un saludo por mensaje de texto, un saludo por redes sociales, un ramo de rosas, una caja de chocolates, ¿todo aquello reivindica los derechos de la mujer, garantiza el fin de la trata, finaliza con los hombres que compran el cuerpo de una mujer, garantiza que las mujeres tengan la misma posibilidad laboral que los hombres?