El siniestro ocurrió a las 8:33 hs. en el primer día laboral de la semana luego de los feriados por el Carnaval, y en pleno horario pico, por lo cual los coches de pasajeros estaban atestados de personas, que en su mayoría eran trabajadores en rumbo a sus empleos. La totalidad de las víctimas fatales se encontraban en el primer y segundo vagón. El impacto causó 51 víctimas fatales y y 702 heridos de distintas gravedades.
De acuerdo a los datos, la formación salió de Moreno y transportaba 1200 personas. Ingresó a la estación desacelerando, pero 40 metros antes de llegar, a una velocidad de 20 km/h, dejó de frenar y chocó con los sistemas de paragolpes de contención del andén.
¿Era de esperar una tragedia como la de la estación Once? Depende quién responda la pregunta variará la respuesta. Y, esas respuestas serán más o menos convincentes según el grado de desarrollo discursivo que tenga su interlocutor. Su palabrería más o menos refinada, la sagacidad (astucia en la oratoria) para enumerar datos o, sin vergüenza alguna, echar culpas y deslindar responsabilidades; fueron las variables que más se destacan entre las respuestas escuchadas en estos días.
Aquellos que, desde el discurso, caratulan como accidente la tragedia ocurrida el pasado 22 de febrero con la formación ferroviaria de la línea Sarmiento, lo hacen premeditadamente para desviar el foco de discusión. Y de esta manera, no indagar las razones que llevaron a que ocurriese lo que aconteció o, peor aún, no anoticiarse de una realidad que ya no puede continuar de la misma manera.
Estos discursos, por un lado, encubren la desidia empresarial de la compañía que tiene a su cargo la explotación de ese ramal (Trenes de Buenos Aires). O, por el otro, camuflan el fracaso del Estado Nacional en su deber y obligación como responsable último y principal para controlar, exigir y sancionar a una empresa privatizada (en este caso TBA) en favor de la ciudadanía (millones de pasajeros del Area Metropolitana de Buenos Aires, superficie que comprende a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense).
Entonces, para evitar caer en el influjo de “encantadores de serpientes” además de escuchar lo que cada parte tiene para decir, se hace imprescindible analizar sus actos. Es decir, indagar en los hechos concretos que, excediendo las buenas o malas intenciones que cada quien pueda esbozar, evidencian la verdadera ideología que los impulsan. Pues de poco sirve decir, si luego esos dichos no se materializan en el hacer.
Por lo tanto, definir lo acontecido en la Estación Once como una eventualidad no sería lo más apropiado. Lo justo sería decir que no fue un accidente, en el sentido de un suceso eventual que altera el orden regular de las cosas. Pues, más bien, fue la consecuencia directa de la falta de inversión en los servicios de transporte (y la consecuente precarización de los trabajadores ferroviarios).
Es grotesco concebir, con los avances y desarrollos tecnológicos del nuevo milenio, que los trenes no estén equipados de la manera que debieran estarlo de acuerdo a la responsabilidad que implica transportar a miles y miles de personas todos los días del año. Es chocante que en pleno siglo XXI ocurran catástrofes más propias del XX o del XIX, como ser que una formación que se queda sin frenos no disponga de una alternativa para subsanarlo en el mismo instante.
Es sensato, desde hace tiempo y a esta altura de los acontecimientos, desterrar el mito de que la empresa privada es la organización más apta para una gestión aceptable del ámbito público. De ello que es imprudente que nuestros ferrocarriles, recurso estratégico si los hay, sigan en manos de concesionarias privadas subsidiadas por millones de pesos que no reconocen ni las condiciones nefastas de los servicios y por si fuera poco, responsabilizan a los trabajadores (en este caso, al maquinista) por la tragedias y por las paupérrimas condiciones del servicio que ellas mismas brindan.
Por último, pero no menos importante, es necesario que un gobierno nacional que dice estar enmarcado en un proyecto popular que pone el eje en el beneficio de las condiciones materiales de existencia de las grandes mayorías, luego de una década en el poder no haya abordado un tema tan trascendental como el transporte público. Es incoherente, que no haya mostrado la misma tenacidad que mostró contra otras esferas de gran poder que la sociedad clamaba enfrentar en pos de un cambio (frente al sector agrícola-ganadero en el llamado “Conflicto del Campo” o con los conglomerados de grandes medios de comunicación de masas al sancionar la nueva “Ley de Servicios Audiovisuales”).
No son necesarios más muertos ni heridos para instalar la dimensión de un problema y la necesidad de regularizar esta situación para prevenirlo. Es necesario que el Estado anticipe situaciones, y no que vaya tras sus consecuencias.
Es por ello, que es prioritaria una discusión sobre el estado de nuestros servicios de transporte público y sobre la necesidad que estos mismos, en su calidad de recurso estratégico para el desarrollo de la Nación, estén a la altura histórica de las circunstancias.
Tanto los trabajadores ferroviarios como el resto de los trabajadores que día a día viajan hacinados, y que suelen ser las víctimas directas de la impunidad y la negligencia, estarán (estaremos) más que agradecidos.
Referentes políticos expresaron su malestar:
El diputado Julio Raffo, diputado por Proyecto Sur en la Legislatura de la Ciudad, dijo que "la omisión en el cumplimiento de responsabilidades y deberes que causa daños o mata es tan criminal como el realizar esos actos deliberadamente, y por ello las autoridades nacionales que han hecho oídos sordos a reiteradas denuncias respecto de las irregularidades y deficiencias con las cuales se opera el ferrocarril son directamente responsables de la tragedia de Plaza Once". Raffo expresó su solidaridad con las victimas y sus familiares, y sostuvo que hay funcionarios que deben ser despojados de sus cargos y sometidos a juicio penal.
"Acompañamos en el dolor a los familiares, pero como representantes del pueblo de la Nación, exigimos respuestas a los responsables para encarar de una buena vez cambios estructurales en políticas tendientes a proteger a los ciudadanos de nuestra patria” sostuvo el Diputado Nacional (UCR-Tucumán).
Por su parte los diputados del PRO, Cristian Ritondo y Raquel Herrero a través de un esrito destacan la actuación del SAME en la tragedia ferroviaria. Herrero manifestó que “mas allá del dolor, de la tragedia, de las responsabilidades políticas y del manejo de TBA, tengo la necesidad imperiosa de destacar la enorme tarea del SAME, que otra vez ante un triste episodio volvió a demostrar un profesionalismo resaltado, incluso, por todos los países del mundo”. La diputada calificó como “muy positiva la coordinación que tuvo la Nación con la Ciudad para llevar adelante un hecho sumamente doloroso”.
Casi 30 ambulancias del SAME acudieron al rescate a los pocos minutos de haberse producido el accidente. Desde el primer aviso de alerta, el SAME desarrolló de forma impecable su capacidad operativa en el lugar de los hechos con más de 100 ambulancias.