A los 91 años murió el viernes 6 de enero, mientras estaba de vacaciones con su familia en Mar de Las Pampas en la costa atlántica bonaerense.
En 2017 recibió la distinción de personalidad destacada de la cultura y la educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con más de 500 publicaciones en el mundo y 12 libros escritos.
Fue el creador del método "Arquitectos de Familia", un sistema que hace partícipes a las familias en el diseño de las viviendas, un sistema de diseño participativo que recibió premios internacionales en Estambul y Bruselas.
Como homenaje al arquitecto Livingston reproducimos una nota publicada en abril de 2011 en “Nuestro Barrio” en una charla de café con donde contó proyectos en el barrio de La Paternal y sus opiniones sobre el entubamiento del arroyo Maldonado y la contaminación visual que abunda en la Ciudad de Buenos Aires.
-¿En qué estado se encuentra el proyecto para extiender la plazoleta Raymundo Gleyzer al predio adyacente a la escuela “Provincia de Mendoza”?
-Lo que nosotros pedimos es que lo compre el gobierno municipal, para convertirlo en una plaza, porque La Paternal es el único barrio sin plaza. Tampoco hay terrenos libres, y esta es una oportunidad que hay que aprovechar. Además está pegado a un colegio completamente cerrado, que está contraviniendo las normas del Ministerio de Educación, porque no tiene patio (si es techado no se llama patio). Además otra cosa increíble es que ese colegio es alquilado, y le van subiendo el alquiler, y la municipalidad no debe permitir eso. Yo hice 1000 volantes y logramos congregar gente en la plaza dos sábados consecutivos y ya tenemos cerca de 200 firmas, quizás haya más ya, porque en el colegio están juntando firmas para la construcción de la plaza. La plaza más cercana a Donato Álvarez y Av. San Martín en la plaza Irlanda, que está a doce cuadras, cuando el criterio mundial indica que debe haber una plaza a no más de cinco cuadras de cualquier casa. Entonces cuando uno está encerrado con sus chicos, quiere llevarlos a una plaza, con verde, con juegos, con silencio, y no puede. El único lugar público es la vereda, que es un “fideo” de tránsito, y ruido. Uno debe poder ir a una plaza caminando, no como yo que voy en taxi hasta Plaza Irlanda.
-Entonces, ¿qué debería hacer el Estado?
Todo conduce a que el Estado municipal ejerza su derecho de expropiar, de pagar y expropiar. Se han hecho muchas cosas de esa forma en Buenos Aires, siempre y cuando se justifique. A su vez, también surge la problemática del Cine Teatro Taricco, que debería recuperarse para el barrio. Haría punta en la ciudad porque todos sabemos lo lindo que es ir a un cine de barrio, sin tener que ir a los horribles “cinemarks” a comprar pochoclo, que cuesta veinte centavos y lo venden a veinte pesos. Por qué tenemos que perder el encanto del acomodador, del programa, a pocas cuadras de tu casa.
Por otra parte La Paternal es un barrio olvidado por la municipalidad, porque tiene todas las veredas absolutamente destrozadas. Además todo el barrio La Paternal es una zona para construcciones industriales, cuando la realidad es que hay muchas viviendas. Por lo tanto lo que ahora están mal son los reglamentos, porque la realidad de hoy es otra, así que creo que ya es hora de cambiar las normas de La Paternal, y darse cuenta que hay muchas familias en este barrio, y que lo de la zona industrial ya pasó. Porque la ley debe estar al servicio de la vida, y no borrada por una norma abstracta.
-¿Cuáles son los pasos a seguir para conseguir que se contruya la plaza?
-En primer lugar se debe congelar la posibilidad de que ahí se construya un edificio, y que eso sea reservado para la plaza. Cuando eso se logre entonces hay que proyectarla, con juegos de niños, bancos y vegetación. Hay que hacer un buen proyecto, pero hay que ver si lo hacen. Yo me ofrezco a hacerlo sin cargo alguno, porque he dibujado y proyectado otras plazas. Mi forma de proyectar es de forma consensuada con los vecinos. Yo reuniría a los vecinos y les preguntaría qué cosas debería tener: si debería estar cercada o no, o cómo deberían ser los juegos de niños. Siempre están pensadas, pero lo que pasa es que se hacen de manera burocrática, y se deberían hacer con la gente. Las madres que vigilan a sus chicos deben tener asientos cómodos, alrededor de los juegos. Igualmente sería un lugar muy chiquito, porque una plaza tiene 10.000 metros cuadrados, y esta tendría 800. Sería una plazoleta, un poco más grande de la que hay ahora, que como está rodeada de autos, más que una plazoleta, es una rotonda. El primer paso se dio cuando los vecinos lograron ponerle el nombre de Raymundo Gleyzer. Bueno, ahora que poner una plaza abajo del nombre.
Y con respecto a la contaminación visual, ¿qué pensamiento tiene?
-A mí una vez me preguntaron qué opinaba de la arquitectura de Buenos Aires, y yo le respondí que no sabía, porque está tapada por los carteles. Hay carteles de cuatro pisos de altura. En Warnes parece que se están disputando quién hace el cartel más grande, y eso influye porque es mucha contaminación visual. Está comprobado que mirar todo ese caos cansa la vista, por eso uno cuando dice: “Qué lindo paisaje”, es porque descansamos la vista. Los carteles aquí están más descontrolados que en cualquier parte del planeta, y eso no le importa a nadie.
¿De quién depende el control de los carteles?
-La municipalidad tiene que establecer normas que fijen el tamaño y lugar donde deben estar. Así se hace en las ciudades que todo el mundo va a visitar cuando quiere descansar de esta contaminación. En Venecia hay un Mc Donald’s, pero la “M” mide 30 centímetros de alto, no tres metros. De hecho la palabra “paisaje” proviene del término francés “Paysage”, que en español significa “país-sabio”. Porque así como la gente se preocupa por la estética y se compra ropa, también se preocupa por su casa, por pintarla, elegir el pueblo y el modelo. Nosotros no aceptaríamos colgar cualquier cosa en nuestras paredes.
Ya que estamos hablando de urbanismo, ¿te parece bien que se asfalte la mayoría de las calles?
-No, porque nos acostumbramos a que el mundo esté tapado por el asfalto y cada vez que llueve es peor, porque no deja pasar nada. Las torres tienen cimientos tan profundos, que cortan el flujo de las napas de agua, que están a 4 pisos para abajo. Está toda la ciudad impermeabilizada, y cuando finalmente se produce una inundación, al poco tiempo nos olvidamos. Pero todo empezó con el entubamiento del arroyo Maldonado. A ningún río le gusta que lo metan en un tubo, y además nosotros edificamos en los cauces de los ríos, entonces cuando se dilaten, todo se va a inundar. Es que el Maldonado se debería haber mantenido como un arroyo o como un canal con espacio para la crecida, con verde a los dos costados. Y es posible, porque en Córdoba hay una calle así.
Hablando de la Av. Juan B. Justo, ¿el Metrobus te parece una solución para el tránsito? ¿Qué influencia tiene sobre el Maldonado?
-Es otro disparate, como idea de bus largo, recto por una misma calle, es buenísima, pero también hay que tener en cuenta el contexto, porque si sacás dos carriles de los cuatro, el bus será muy lindo pero el caos del tránsito empeorará. Ese caso, como los senderos para bicicletas, debe venir acompañado de una disminución del tráfico automotor. Todo el mundo se pone contento cuando aumenta la producción de autos, pero la pregunta sería: “¿Cuántos caben?”. Porque nadie se hace esa pregunta. Se agregan 50.000 todos los meses, y los autos viejos no se tiran. Pongámoslo así: los autos circulan por arterias, y son el colesterol. Entonces es bueno tener mucho colesterol porque, imaginate, lo vendo y me da mucha ganancia, y cuando llego a mi casa digo: “vos sabés qué bueno, me subió el colesterol, me está yendo muy bien económicamente”, pero después se termina muriendo de un infarto. El tráfico ya tiene un infarto, y tiene placas además en las arterias, que vendrían a ser el estacionamiento de las dos manos, que se lleva la mitad de la calle, sin contar los camiones de reparto. Lo que pasa es que los autos además de circular, tienen que estacionar, porque no es cuestión de circular y nada más. Entonces se recurre a los estacionamientos, que ya están llenos y son carísimos. O sea, hay cada vez arterias más finitas, con mayor colesterol. Es una locura! Podrían haber puesto un tren aéreo en la Avenida Juan B. Justo, que esté colgado de un cable, y que es mucho más económico.
¿Hay otros proyectos de ese estilo para alivianar el tránsito?
-Sí, como el de prohibir el ingreso de los autos al centro de la ciudad, pero eso tiene que venir junto con un sistema de transporte. Y la gente que trabaja en ese sistema, se la puede reubicar en otros lados, porque históricamente pasó eso. En Londres hay un peaje bastante caro en los accesos al centro, pero que se complementa con un muy buen servicio de transporte público. Para finalizar, un dato interesante es que antes los taxistas recorrían 200 kilómetros por día, y ahora ente 160 y 170, y además algo muy curioso es que el promedio de velocidad de los autos en la Ciudad de Buenos Aires es de 17 kilómetros por hora, que es el mismo que el de una bicicleta, o que un delfín, que la pasa bárbaro y no contamina. Entonces la propaganda muestra un auto que llega a 200 kilómetros por hora saltando entre los montes, pero qué me importa que llegue a esa velocidad, si voy a andar a 17 kilómetros por hora. Pero bueno, esa es una contradicción mundial.
"En el mundo entero, los arquitectos no existen en la vida cotidiana de la gente. Cuando alguien necesita hacer alguna reforma, va y llama directamente a un albañil. Entonces, mi mérito en esta profesión es haber vinculado a los seres humanos y al contexto. Y fue en Cuba donde apareció el método; allí fue donde me extendí de arquitecto a constructor, político, social y humano. Porque mi objetivo, al igual que muchos acá y no sólo en arquitectura, es ayudar a los demás".
Dentro de sus obras de arquitectura, se pueden mencionar en particular el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (Edificio Público en la Ciudad Universitaria de Buenos Aires; obra nueva de 1981) y un Barrio en Baracoa (Cuba) llevado a cabo en 1961-1962, que se compone de 124 viviendas con centro comunal, círculo infantil, viviendas para médicos y enfermeras residentes.
Como autor, Livingston tiene en su haber una decena de libros y reediciones entre las que se destacan:"Cirugía de Casas", "Arquitectura y Autoritarismo", "Cuba existe, es socialista y no está en coma", "Arquitectos de Familia, El Método" y "Casas de barrio".
Más rasgos del arquitecto se pueden ver en el documental "Método Livingston" (2019), dirigido por Sofía Mora, que realiza un recorrido por sus ideas, y cuenta con la participación de Rodolfo, su esposa, su hijo Tomás, el psicólogo y arquitecto Alfredo Moffat y el abogado Eduardo Cárdenas, entre otros