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8 de Octubre 2015
UNA PANADERIA CON FRASES DULCES
La historia del barrio y de sus instituciones es fruto
del esfuerzo de los vecinos

Escribe: LYDIA SCHIUMA del "Foro de Estudios Históricos de Villa Gral. Mitre".
Prohibida su reproducción sin citar la fuente. Hecho el depósito que previene la ley 23.412

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Desde hace 7 años los que caminan por la vereda norte de Av. Gaona, entre Gral. J. G. de Artigas y Bufano, encuentran una pizarra en la que además de la comida del día encuentran una o dos frases que nos alientan a seguir la lucha cotidiana.
Nos detuvimos en el negocio donde se encuentra "Prugna" y hablamos con Marcela, su dueña, que generosamente nos cuenta que:
Nació en La Paternal y se crío en Mataderos.
Sus abuelos y tíos abuelos fueron inmigrantes españoles, de Galicia, dedicados y expertos en gastronomía. Dueños de la panadería que se encontraba en Boyacá y Tres Arroyos algunos y otros del bar "Porcio", que se encontraba en la Av. Díaz Velez frente a la famosa pescadería que estaba en la curva producida en Franklin.
Finalmente su abuelo puso un restaurante en Miralla y Av. Del Trabajo (hoy Eva Perón).
Con sus padres y hermanos vivía a unas cinco cuadras de allí, pero siendo muy niña, a los 8 años, falleció su papá y se mudaron con sus abuelos que detrás del restaurante tenían una casa muy grande.
Allí su mamá remó con todo. Se levantaba muy temprano y cocinaba para 100 ó 150 personas para el almuerzo, que era el trabajo fuerte, y un poco menos a la noche; también servían desayunos y meriendas. El abuelo hacia las adiciones.
La mamá se ocupaba sola de pelar una bolsa de papas (50 kg), cebollas, hacer las salsas, preparaba 2 ó 3 platos diarios (mondongo, puchero, etc.) y tenía listas las minutas, el tío era el mozo y la tía atendía en el mostrador y la caja.
También se ocupaba de la casa, (3 chicos de ella y 3 de su hermana) la ropa, que los chicos hicieran la tarea y que siempre tuvieran lo necesario para la escuela. Y los sacaba a pasear.
Luego de terminar con el almuerzo, la mamá lavaba toda la vajilla, ordenaba y dejaba todo listo para la noche.
Un breve descanso y seguía con las meriendas. No tenían ningún franco. Aún hoy ayuda medio día a sus hijos que tienen un barcito.
La abuela murió muy joven y fue muy buena con el papá, la suegra y las hijas. Una vecina, "Mecha", cuando se quedó sin familia se fue a vivir con ellos. La familia y la escuela hicieron que su infancia sea feliz.
Cursó la escuela primaria en el Instituto Plácido Marín que estaba en la calle Larrazabal y Rodó. Al principio como medio pupila, eran como su familia, lo dirigían las monjas de la Congregación del Sagrado Corazón, tenían que realizar además de los estudios ciertas tareas rotativas: una semana poner la mesa, otra semana lavar la acelga, papas y cebollas.
También allí cursó la escuela secundaria. Las clases terminaban a la una del mediodía y estaban tan a gusto que se quedaban jugando en el patio hasta que a las 6 de la tarde una monjita les decía: "chicas se tienen que ir porque vamos a cerrar". Trabajó en la "Acción Católica", a los 15 ó 16 años ya era dirigente; ahí conoció al que hoy es su marido.
Se casó a los 22 años y vivió en un departamento tipo casa, hoy les dicen PH, a cinco cuadras de la casa de su mamá.
Trabajaba en el Banco Cooperativo de los Colectiveros "Nueva Era", en la calle Corbalán.
Luego nació su hija Agustina y se dedicó a ella, colaborando en la escuela y en el gimnasio donde ella hacia gimnasia rítmica. Fue allí, en la escuela de su hija, donde se hizo amiga de Lily, la propietaria del local donde ahora tiene el negocio. La época estaba complicada y se lanzó a la aventura.
Marcela le dió su impronta, el cartel con las frases que levantan el ánimo o ayudan a reflexionar fue idea de ella, para que la gente reciba "algo" que no encuentra en otra parte.
Cree que fue su mamá la que influyó en ella para tratar de que el negocio fuera como la casa para los clientes.
Prefiere que toda la mercadería sea artesanal, usan buena materia prima y prueban; allí nada en serie, todo es al gusto del cliente. Si algo se acabó, se vuelve a hacer y prefieren decir, "no hay" a vender algo viejo.
Esto me consta porque desde hace tiempo conozco personas a las que regalan lo que sobra cada día.
Si bien vive del trabajo, recibe de sus clientes mucho más que dinero. Flavia, es su mano derecha, si Marcela no escribe el cartel, lo hace Flavia.
Ambas piensan que eso ayuda a la gente a pensar que la vida no es sólo correr apurados.
Su frase preferida es: "Y esto también pasará…". Trata de disfrutar del trabajo, de la música, de la radio, de hablar con la gente. El mostrador invita a la charla.
Su esposo cuando termina su trabajo viene al negocio a ayudarla, es muy importante, sin él a su lado no hubiera podido. El y su hija Agustina le hacen "el aguante", y así todo puede funcionar.
Marcela se levanta muy temprano, hace las compras, se ocupa de su casa y alrededor de las 10 de la mañana arranca en el negocio hasta las 20.30 hs.
Organiza qué se hace de comer, arma facturas, desmolda, pela papas, arma tartas, es un comodín; aunque su misión es el mostrador.
Entre todos cuidan que el negocio esté limpio y ordenado, después del medio día el trabajo es más liviano. Allí se ve un cartel que dice: "Gracias a la vida que me ha dado tanto": su mamá, su familia, su esposo, su hija que es un sol y trabaja con Flavio Mendoza en "Stravaganza".
Es tiempo de reencontrarse con amigos que no ve desde hace mucho, debido a la crianza de su hija.
Está agradecida por su familia, por no traicionarse a sí misma, de seguir por el camino hacia adelante.
"Soy muy feliz"… Los clientes cuando no la ven bien, le dicen: "¿Qué te pasa…? , ¿Hoy te pasa algo…?. Y comparten con ella sus alegrías… Llaman a los clientes por su nombre.
En julio entraron ladrones en su casa, eran cuatro, se llevaron muchas cosas pero no le hicieron nada. Ella dice: "siempre le pido a Dios llévame a upa" y creo que Dios me lleva a upa".
No la cansa trabajar, la cansan los que siempre se quejan y recuerda la frase de la Madre Teresa de Calcuta: "Y cuando no puedas caminar usa el bastón".
Se siente muy a gusto en el barrio, hizo muchos amigos, los de la ferretería "La Peña", con los de Maffre, con Silvia de la farmacia, con la vecina de al lado Adriana, que cuando necesita algo urgente de costura nunca le falla, con los chicos de Farmacity, con los de la verdulería.
Y especialmente con los gastronómicos, sus colegas: Tury y María Chucena se ayudan, cada uno tiene sus clientes; si alguno necesita algo porque no vino el pollero u otro proveedor se ayudan.
Cree que la vida es todo el tiempo un boomerang. Recomienda los buenos profesionales que conoce y no se guarda secretos.
Para ella el trabajo es terapéutico, le demanda mucho tiempo y esfuerzo pero la hace muy feliz.
Su escala de valores es: la familia, la salud y "el laburo", los esfuerzos los hace por la familia y por dejarle el camino más llano a su hija, como el padre y "la vieja" que toda la vida trabajó.
Marcela es realmente muy solidaria, dedicó una mañana a enseñarle a los alumnos de la Escuela de Formación Laboral N° 22 del D.E. 3°. del Área de Educación Especial sus secretos en la preparación de sándwiches de miga.
En ella y en su madre podemos reconocer a muchas mujeres que trabajan por sus familias incansablemente y con alegría. Así homenajeamos a todas las madres en este su mes y también a los "nuevos vecinos".