Visitas:
16 de Agosto 2015
DIA DEL NIÑO
Adultos y Juguetes.
Una relación paradójica
Escribe: Jaime Neviandosky
Copyright © 2013 nuestrobarrioweb.com.ar - Medio Digital Comuna 11 y 15 – Todos los Derechos Reservados
La relación funcional entre ritos y calendarios es muy estrecha. El reconocido antropólogo francés Lévi-Strauss llegó a afirmar que "los ritos fijan las etapas del calendario como las localidades en un itinerario. Éstas amueblan la extensión, aquellos la duración" y que "la función propia del ritual es preservar la continuidad de lo vivido".
Desde siempre el ser humano estableció ritos. Ya sea marcado por las labores necesarias para que la tierra y las plantas fructifiquen, por los caprichos de los dioses o por dictámenes astronómicos; cada etapa histórica estuvo regida por un conjunto de numerosas reglas, establecidas por costumbres propias de la sociedad y lugar de pertenencia. En la época moderna, el capitalismo decreta nuestra cotidianeidad, y en su afán por mercantilizarlo todo, ha gestado un repertorio de jornadas ideadas para consagrar al dinero como patrón vinculante de nuestras relaciones, sentimientos y agradecimientos para con nuestros allegados. Desde esta óptica, el evento por antonomasia podría ser el "Día del Niño".
La niñez ha dejado de ser sólo el período de la vida humana que transcurre desde el nacimiento hasta la pubertad, para convertirse en un segmento de mercado más.
A lo largo de los últimos siglos la concepción del niño en la sociedad fue adoptando, discursivamente, el aura del individuo a proteger, respetar y festejar. Por ello, las diversas industrias, que lo tienen como centro de sus negocios, han canonizado este día (y a su protagonista) de las más diversas y extravagantes formas, con el fin de acrecentar las ganancias.
Cualquier industria es una fábrica de ideología: impone formas de ver y ser visto, de usos y prohibiciones, de gratificaciones y de sufrimientos, de experimentar un mundo o de castigar otro. En esta fecha puntual, los juguetes son los intérpretes estelares.
Podríamos categorizar al juguete como una forma de materializar la historia en los objetos, gestando una particular y astuta manipulación de los acontecimientos. Por tanto, no es casual que al niño se le suela regalar autos, soldaditos, pelotas; mientras que a las niñas se las agasaje con muñecas con gran repertorio de vestimenta, set de cocina en miniatura, elementos de o para armar accesorios de moda (bijouterie, collares, pendientes, pulseras, etc.) o bebés que se mojan y lloran. Sin embargo, no todo es tan determinista; si no, el devenir histórico no hubiese existido o mejor dicho, hubiese sido una historia ya escrita y no por escribir.
Así como cada juguete trae consigo una cosmovisión del mundo, el niño/a le adosa su impronta, su trayectoria. Una situación muy común es ver a un pequeño jugando con el papel envoltorio o la caja contenedora de un juguete que se le ha regalado, como si encontrara en ello el elemento principal y no en el juguete mismo (lo que genera vacilación a quien dio el obsequio por el gasto económico en que incurrió). Por no estar íntegramente contaminado de las prácticas culturales, el niño/a desarrolla ciertas reglas propias. Esto demuestra la potencialidad creadora que el ser humano experimenta al jugar, a la vez que evidencia un halo de liberación. Libertad que no es radical, pero tampoco nula.
Por su parte, el mundo del espectáculo, hacedor ideológico de ritos como pocos, siguiendo las directrices empresariales de agrandar los mercados para productos estandarizados, necesita aglutinar, bajo un mismo paraguas, a millones de potenciales consumidores. En este aspecto, achicar la duración social de la infancia alargando la adolescencia resulta una táctica muy eficaz. Pues, aunque recién con la mayoría de edad, a los 18, somos usuarios disponibles para hacer abuso de las posibilidades que se presentan en el mercado, cada vez desde más jóvenes se nos empuja al "arte" del consumismo. Entonces, mientras que el infante no dispone de un amplio poder de consumo por motu propio, el adolescente se inicia en un camino con tentaciones que lo interpelan cotidianamente: música, deporte, moda, tecnología, bebidas, etc. De ello surge que sea común, hoy en día, observar en telenovelas o películas a niños/as inmiscuidos en situaciones de adolescentes o, incluso, adultos. El sustento teórico es: si son tratados como mayores consumirán consecuentemente, aunque no sea lo correcto o atente contra su desarrollo emocional y físico.
Un ejemplo paradójico puede encontrarse en una película que ha sido un clásico para toda una generación y que años después se lanzó una reposición de la misma. En 1984 se estrenó la versión original de Karate Kid con la actuación del joven Ralph Macchio que, por entonces, tenía 23 años. En la trama se enfrenta a los vaivenes de la vida en la escuela secundaria, destacándose en las artes marciales. Mientras que en la nueva versión el actor protagónico es Jaden Smith de 12 años. Pero, a pesar de la edad y apariencia del actor, la trama sigue siendo la misma.
Estas líneas no intentan connotar la falacia de todo tiempo pasado fue mejor, simplemente esbozar algunas ideas acerca de cómo el adulto, en ciertos aspectos, empuja y adoctrina a los niños en un mundo al que critica, pero que alimenta constantemente.