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25 de Junio 2018
OPINIÓN, CRÍTICA Y UN TOQUE DE HUMOR
Tribus Urbanas: Cuando la independencia llega a tu vida…
Escribe: Jesica Bond
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Tantas personas, y personajes, nos rodean que casi es tarea imposible recordar las caras y gestos que nos cruzan día tras día. Imagino todo ese rico bagaje de múltiple diversidad que nos caracteriza a cada uno.
Me propuse, no solo por curiosidad, sacar de lo cotidiano todas aquellas personas que cumplen un rol en la sociedad. Todos cumplimos uno, pero pocos nos percatamos de ello.
He aquí, una serie de individuos, que a mi parecer y sin tener la intención de molestar a nadie, observándolos un poco más cuidadosamente encarnan un papel asombroso entre nosotros. Sumergidos en su mundo, creen no ser vistos y pasados desapercibidos, yo dejé de mirar para pasar a observar.
Diviértanse con ellos, y con ustedes…que también forman parte de “Tribus Urbanas”.
¡Bienvenidos a lo cotidiano!

¡Ay de los solteros que escapan del nido paterno para valerse por si mismos! Alabaos a todos los valientes que juntaron un poco de dinero -nada fácil, por cierto- y se atrevieron a cocinarse solos, a lavarse las medias y a tener casi todo bajo control. ¡Qué belleza encontrarse en la soledad de la noche sin saber que nadie ni nada interrumpirá la intimidad! Pero ahí aparece el vacío incontrolable de saber que estamos solos. Completamente solos…

  • Y que a la hora de bañarse: No haya nadie para gritarle que nos alcance el toallón.
  • A la hora de comer justo cuando pica el estómago luego de un largo día, nadie nos cocina “algo  rapidito”.
  • El viernes por la mañana no encontrar ese pantalón que mamá lavaba y dejaba bien planchadito.
  • Un domingo por la tarde de mates y acordarnos que ni siquiera tenemos bombilla. O peor aún, comprar todo enlatado y olvidar comprar el abrelatas.
  •  Cuando necesitamos alguien que vaya a buscar orégano para la salsa, mientras hacemos los fideos, y ese alguien no existe.
  • Queremos bañarnos por la mañana a la hora de siempre, pero esta vez nos percatamos que nadie nos hace el desayuno mientras tomamos la ducha. Entonces nos levantamos más temprano… mucho más temprano.
  • Para ajustar costos y tiempo de cocción, se vuelve costumbre la cena, almuerzo y nuevamente cena los fideos, el arroz y las comidas enlatadas.
  • Para lavar la ropa, es preferible juntarla todo y el sábado llorarle la carta a mamá.
  • Muertos de hambre abrimos la heladera y para nuestra sorpresa sólo hay un pedazo de queso rancio y medio limón.
  • Nos olvidamos que teníamos visitas y aparecemos en la puerta saliendo a comprar facturas porque en la alacena no existe ni una sola galletita.
  • Salimos habiendo colgado la ropa en la terraza y a las horas se larga un chubasco impresionante. No hay nadie que nos salve de ese lío. Es la tercera vez que tomamos un taxi desde Avellaneda para sacar la ropa mojadísima del tendedero.
  • Nuestro sueldo, cuando vivíamos con nuestros papis, siempre sobraba a fin de mes. Ahora parece un vuelto de una mísera compra, que no alcanza ni para las salidas de sábado.
  • Hay tantos ruidos nuevos que el primer día de soledad, nos fuimos a dormir con mamá, al siguiente lo volvimos a intentar pero llamamos a nuestra fiel amiga para que nos acompañe. Al tercer día, decidimos formarnos de valor y nos quedamos solos. Aunque solo hayamos dormido… tres horas con medio ojo abierto.
  • En medio de la ducha, se nos apaga el calefón. ¡OH, disyuntiva! ¿Finalizamos el baño antes de enjuagarnos los pies o salimos corriendo atravesando el comedor mojados para prender el calefón? O peor aún, nos sorprende el calefón apagado cuando tenemos la cabeza cubierta de espuma.
  • De repente nos olvidamos de pagar el alquiler, por segunda vez, y figuramos sin querer entre las cejas del dueño de casa…

 

La libertad es nuestro tesoro más preciado, pero como todo… tiene su precio. Y a veces no se mide en dinero. ¡Felicitaciones a todos los valientes que comenzaron  a plancharse la camisa solitos y a prepararse la comida de todos los días!