24 de mayo 2023
RINCÓN DE LOS RECUERDOS
El Carrito de Rulemanes
Escribe: Angel Kandel
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La Paternal, barrio de gente de trabajo, de gente honesta, se daba el gusto de comprar juguetes para los chicos, pero no siempre era posible.
Era en esos momentos que la imaginación, la fantasía, la "artesanía" de esos chicos suplían las posibilidades económicas.
Es sabido, y vivido por los que peinan canas (o dan brillo a sus relucientes calvas), que muchas veces las pelota de papel o de trapo reemplazaban a la rayada y saltarina "Pulpo" que, ora se "colgaba" en alguna casa, ora era tajeada por los "dones Julianes" o "Spiantuques" de la cuadra.
También, pero rarísima vez, era abandonada porque aparecía "el autito" (de la "cana") o asomaba en la esquina la figura de "el Chinito" que debía ser de alguna provincia pero sus rasgos de ojos "orientales" daban ese apodo al Cabo Ojeda de la 41.
No sólo era la pelota, eran las ramas de los árboles que nos proveían la materia prima para cazar mariposas: las blancas "lecheras, las amarillentas "limoneras", las multicolores y dibujadas alas de las galeras y galeones.
Aún hoy me remuerde la conciencia.
Esas ramas también proveían del armazón de las horquetas con las que se hacían las hondas para cazar pajaritos...
Valgan estos ejemplos últimos como elementos "sin vida propia ".
- ¿Y quién tenía vida propia?
- Los que podían "moverse", por ejemplo, un carrito.
Unas pocas maderas para hacer "el chasis" y los dos ejes, el trasero era fijo y el delantero giraba y daba la dirección buscada. Una soga que se ataba en cada uno de los extremos del eje y "listo el pollo y la gallina".
Sólo faltaban los elementos rodantes, las ruedas.
¿Dónde conseguirlas y sin tener que pagarlas?
En ese momento nacía la inventiva y salíamos en procesión a visitar los talleres mecánicos de coches del barrio y "recitábamos" nuestro "Don, no tiene rulemanes para darnos".
Y ahí aparecían los que teniendo algunos que habían tenido que cambiar en un arreglo, los entregaban haciendo que la sonrisa se dibujase en los rostros de los chicos.
Ir corriendo a "los boxes" donde estaba a la espera ese chasis de nuestro "Fórmula 1", colocar rápidamente "las gomas" como lo hacían los mecánicos de Fangio en los autódromos pero asegurándolas muy firmemente pues si se salían y volcábamos, el porrazo contra el pavimento iba a ser bravo.
Ya armado El Carrito de Rulemanes, salíamos a probarlo "a la pista", la calle, y mientras "el piloto" se montaba en ese corcel rodado agarrando fuertemente las riendas de la dirección y apoyando cada uno de los pies sobre ambos lados del eje delantero, alguno de los que quedaban de a pie lo empujaba y tomando velocidad mostraba su destreza "al volante".
Pero había una etapa superadora, "ir a correr a "la bajadita" que era una cuadra que no era de una llanura pareja por lo que íbamos a la parte superior y "el Fangio" de turno se lanzaba con la ayuda de la ley de gravedad, que por suerte no traía graves consecuencias a pesar que cuando se corrían carreras contra "otras escuderías" se producían choques, raspones y vuelcos,  pero esa adrenalina nos mantenía vivos y contentos.
(Si la memoria no juega una mala pasada, "la bajadita" estaba por la zona de la calle Arregui, cerca de la parte de abajo del Puente de la Avenida San Martín).
La vuelta de la pista al "barrio", a nuestra esquina, era en medio de comentarios sobre la carrera o sobre ¿a quién le pedimos "desafio" o si nos íbamos en grupo a la cancha "porque entrenan los titulares de Argentinos ".