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25 de Abril 2018
OPINIÓN, CRÍTICA Y UN TOQUE DE HUMOR
Pagando por un hombro para llorar.
Escribe: Jesica Bond
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Siempre nos aquejan problemas, es parte de la vida la desesperación, los enojos guardaditos bien en el fondo del estomago, las peleas con noviecitos, las echadas en cara de matrimonios aburridos, la monotonía en el trabajo, la falta de ganas y de interese en la vida. Puede sonar súper negativa esta consideración, y aun hay más. Los despidos en masa del empleo, la falta de dinero para llegar a fin de mes, un serio problema con el espejo sentenciador y la escasez de capacidad resolutiva. ¿Quién va al psicólogo por que quiere compartir felicidad? ¿Quién busca un psicólogo para confesar un amor correspondido? Nadie. La terapia está para descargar todo eso que nos molesta y forma una piedra en nuestro camino. En muchos casos puede resultar positiva esta búsqueda de soluciones en un profesional de la salud mental. Pero en otros casos el problema arranca aquí.

Cuando la psicóloga comienza a escuchar al damnificado de la vida, y la confianza crece entre ellos, puede resultar caótico que desde la profesional salgan consejos de vida. Y peor aun cuando el paciente toma esos consejos y los pone en practica. Vale recordar que el profesional solo escucha y deja que el paciente se desahogue en el diván, o frente a frente con un escritorio de por medio.

A veces parece que se empeña en hacernos llorar, hasta la caja de pañuelos está a mano. Y les falta decir “si querés llorar, llorá. Si no querés llora igual”.
Y uno se pregunta por que sale del consultorio peor de lo que entro. Es fácil. Antes llevábamos noventa pesos en el bolsillo, y en cuarenta y cinco minutos se fueron.

Después, camino a casa, la cara la llevamos arrastrando. Porque la tarea era decidir quien es el culpable de nuestra falta de ego. Mamá o papá.

Parece ser que tomamos todo al pie de la letra, no tenemos sentido de abstracción cuando escuchamos que nos tenemos que hacer valer y no dejarnos pisotear. A la siguiente cita de terapia, contamos que nos hicimos valer en el trabajo, y de premio el jefe nos otorgó más horitas de trabajo. Di-vi-no. No entendimos la diferencia de hacernos respetar y llevarnos el mundo por delante.

En fin, están los psicólogos buenos también. Esos que se preocupan por vos, te dan hasta su celular y luego sos capaz de llamarlos a las 3 AM solo porque te agarro miedo a dormir. Y luego te terminas sintiendo culpable de meterte en la vida de otro. Y los problemas vuelven a ti. La siguiente sesión seguro que lloras. Y te sentís lo más tonto del mundo, y por supuesto, la victima de la película.
No todo es tan malo, y si creen que lo es, miren la gente sentada en los pasillos del consultorio de la psicóloga. Siempre hay alguien peor que uno.