Visitas:
14 de Marzo 2016
Los Palacios de Buenos Aires
Escribe: Ivanna Marisa Rodríguez
Copyright © 2013 nuestrobarrioweb.com.ar - Medio Digital Comuna 11 y 15 – Todos los Derechos Reservados

Nos ubicamos en el año 1871 en donde azotaba a la ciudad la epidemia de fiebre amarilla. El foco infeccioso se concentró en los barrios porteños de San Telmo y Monserrat, lugares tradicionales de residencias de nuestras familias patricias, que bajo esta instancia, decidieron abandonar sus enormes mansiones para trasladarse a Barrio Norte y Recoleta.
La elección del lugar del nuevo barrio residencial en el Norte de la ciudad tampoco fue obra del azar, sino una consecuencia indirecta más de la influencia imperialista: la instalación del Puerto Nuevo, por medio del cual la ciudad vinculada con Europa, llevaba a todos los que estaban en una forma u otra relacionados al comercio de importación y exportación, a ubicar su residencia en los alrededores. Un cúmulo de circunstancias empujaba la ciudad hacia el norte. La ciudad creció así, lo hizo en una zona prácticamente baldía y en momentos en que los elementos constructivos y arquitectónicos entraban en una nueva faz: la nueva interferencia de elementos constructivos de Gran Bretaña y los arquitectónicos de Francia. Del Puerto Nuevo desembarcarían los nuevos materiales de construcción junto con los arquitectos y los estilos que se impondrían en el nuevo barrio de Recoleta.
Esta oligarquía vio en el aluvión inmigratorio una notable oportunidad de darle un fin productivo a sus propiedades abandonadas. Las casas fueron transformadas en verdaderos palomares, con habitaciones sin ventanas y un solo baño para cientos de personas.
La Avenida Alvear es la gran calle habitacional. Ex calle Bella Vista y calle Buenos Aires, su trazado arranca de los fondos del Palacio Dose Armstrong (esquina hoy de Callao) y terminaba en la Recoleta. Los edificios "bien" empiezan a poblarla hacia 1885. Una de las primeras ha sido la de Hume, en la esquina de Rodríguez Peña.
Esta avenida impone un estilo de residencia inspirado por las mansiones francesas y que nuestra oligarquía reproduce para sus viviendas.
Son mansiones para admirar desde lejos, la casa puede ser vista de cerca sólo por quien tiene acceso a ella, pero ni siquiera los proveedores la conocen, ya que no pasan del corredor de servicio. Lejos han quedado los tiempos en que la puerta de la casona colonial estaba abierta todo el día y se entraba a caballo hasta su patio delantero.
De la Avenida Alvear de la Belle Epoque no queda casi nada. Estas mansiones, cuando no han sido destinadas a instituciones o embajadas, han sido demolidas para dar lugar a casas de departamentos.

Interiores de estos palacios
Residencias con rasgos eclécticos, es decir, que toma elementos arquitectónicos de distintos estilos: neoclásico, italianizante, neogótico y el estilo académico de París.
Casonas con ambientes que se agregaban al uso cotidiano; salas de recibo, vestidores, escritores y bibliotecas.
La sala era el lugar de los ornamentos y las revelaciones, donde se mostraba el perfil de la residencia, el lugar de los objetos, de las obras de arte que se alternan con pinturas cuya temática era el paisaje del campo o los retratos de damas y caballeros exhibiendo su alto nivel social.
El verdadero lugar de reunión de la familia era el comedor. No sólo se instalará la mesa, sino también el aparador, donde estarán la vajilla, los manteles y los cubiertos.
El estilo de los muebles era muy respetado, generalmente de color oscuro en donde se ubicaban figuras de porcelana, flores secas y todo tipo de piezas que indicaban que eran viajeros del mundo y a su vez dueños de casa.
En sus interiores prevalecían los mármoles entre los cuales aparece el de carrara, telas como la seda, pana de terciopelo y el gobelino.
Palacios y familias que separaban lo público y lo privado y lo remarcaban en sus ambientes y en sus tareas.
Si hoy nos detenemos frente a alguna de estas residencias captaremos un monumento visible para la ostentación de aquellos años.