“¿Con quién la pasás esta noche?”, le pregunta el sol a la nube que se posa sobre el pensamiento que te quebró. Tanta neura caminando apurada por el centro comercial que nos vende bolsas de un Papá Noél que no dan ganas. Un arbolito navideño callejero deja vestirse sin sentirse eso. Din don dan, din don dan… qué tendrá la Navidad, que nos suena y resuena, aunque nos hagamos los escépticos. Una mirada tiene menos prensa que el vitel thoné, los abrazos no se promocionan en el 2 x 1 del shopping más ostentoso, hacer una cola de tres cuadras por conseguir un pan dulce esponjoso no te endulzará más que esa charla. Qué se yo, cuando uno siente en demasía, intenta rebelarse contra el sistema que te doma, que te reina, te anestesia y te aniquila. Quizá una Nochebuena no tenga por qué caer un 24 de diciembre o quizá sí, quién sabe. Yo me guío por mis esquinas, por poder seguir viendo en los ojos de mi hija que la transparencia es vida, que ser feliz es día a día, que vamos carajo Argentina, que ser campeón mundial y reventar las calles de almas, es tratar de curarnos un poco las heridas. Que chin chin sea un deseo a la vista de tu corazón, y ese brindis esquive como Messi a la hipocresía. Que el exitismo no nos haga creer de nuevo que la derrota es indigna, porque para levantar la Copa que hoy nos copa, hubo que caerse como loco, tragar tierra, bancarse la desilusión de los otros y volver a ponerse los cortos. Para llorar a moco tendido como nenes, sin lograr distinguir si es emoción, angustia, felicidad o simplemente amor.